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Mes: diciembre 2003

Carta del jefe Seattle

Carta del jefe Seattle

Quería desearos el tradicional próspero porom pompero, pero me he inclinado por enviar una de las más bellas cartas que he leído jamás. Un canto a la tierra, a la vida, que bien merece una oportunidad con esta humanidad, guarrota donde las haya.

Feliz 2004…

El Jefe Seattle, Jefe de los Indios Suquamish escribió al Gobierno Americano en 1800.

CARTA DEL JEFE SEATTLE

«El Presidente en Washington envía palabras de deseo de comprar nuestra tierra. ¿Pero como puedes comprar o vender el cielo? ¿La tierra? La idea es extraña para nosotros. ¿Si nosotros no poseemos la frescura del aire y el centelleo del agua, ¿cómo podemos comprarlo?

Cada parte de la tierra es sagrada para mi gente. Cada aguja brillante del pino, cada orilla arenosa, cada neblina en el bosque oscuro, cada prado, cada insecto canturreante. Todo es santo en la memoria y experiencia de mi gente.

Nosotros también conocemos la savia que fluye a través de los árboles como conocemos la sangre que fluye a través de nuestras venas. Nosotros formamos parte de la tierra y ella es parte de nosotros. Las perfumadas flores son nuestras hermanas. El oso, el ciervo, el gran águila, son nuestros hermanos. Las crestas rocosas, el rocío en la pradera, el cuerpo caliente del pony, y el hombre todos pertenecen a la misma familia.

El agua brillante que se mueve en las corrientes y ríos no es solamente agua, sino la sangre de nuestros antepasados. Si nosotros le vendemos nuestra tierra, usted debe recordar que es sagrada. Cada lustroso reflejo en las aguas claras de los lagos cuentan los hechos y memorias en la vida de mi gente. El murmullo del agua es la voz del padre de mi padre.

Los ríos son nuestros hermanos. Ellos apagan nuestra sed. Ellos transportan nuestras canoas y alimentan a nuestros niños. Por lo tanto usted debe dar a los ríos la bondad que daría a cualquier hermano.

Si les vendemos nuestra tierra, recordé que el aire es precioso para nosotros, que el aire comparte su espíritu con toda la vida que apoya. El viento que les dio a nuestros abuelos su primer aliento también recibió su último suspiro. El viento también da el espíritu de la vida a nuestros niños. Por lo tanto, si le vendemos nuestra tierra, usted debe mantenerla apartada y sagrada, como un lugar donde el hombre pueda ir para saborear el viento que es endulzado por las flores del prado.

¿Enseñará a sus niños lo qué nosotros hemos enseñado a los nuestros? ¿Que la tierra es nuestra madre? Lo que acontece a la tierra acontece a todos los hijos de la tierra.

Esto sabemos: La tierra no pertenece al hombre, el hombre pertenece a la tierra. Todas las cosas están unidas como la sangre que nos une. El hombre no teje la telaraña de la vida, él es meramente un hilo en ella. Cualquier cosa que él haga a la telaraña, se la hace a él mismo.

Una cosa sabemos: Nuestro Dios es también su Dios. La tierra es preciosa para él y herir la tierra es despreciar a su creador.

Su destino es un misterio para nosotros. ¿Qué pasará cuando todos los búfalos sean masacrados? ¿Los caballos salvajes domados? ¿Qué pasará cuando las esquinas secretas del bosque sean pisadas con el andar de muchos hombres y la vista de las colinas emborronada con alambres que hablan? ¿Dónde estará la maleza ¡Se fue! ¿Dónde estará el águila? ¡Se fue! ¿Y qué es despedirse del veloz pony y luego de la caza? El fin de la vida y el comienzo de la supervivencia.

Cuando el último hombre rojo haya desaparecido en este desierto, y su memoria sea solamente la sombra de una nube móvil a través la pradera, ¿Estarán esta tierra y bosques todavía aquí? ¿Permanecerá el espíritu de mi gente?

Nosotros amamos esta tierra como un recién nacido ama los latidos de su madre. Por lo tanto, si nosotros le vendemos nuestra tierra, ámela como nosotros la hemos amado. Cuídela como nosotros la hemos cuidado. Tenga en su mente el recuerdo de la tierra como es cuando usted la recibe. Preserve la tierra para todos los niños, y ámela, como Dios nos ama.

Así como nosotros formamos parte de la tierra, usted es parte de ella también. Esta tierra es preciosa para nosotros. Es también preciosa para usted.

Una cosa conocemos: Hay solamente un Dios. Ningún hombre, sea hombre Rojo u hombre Blanco, puede estar separado. Después de todo somos hermanos.»

Frases que se autoliquidan

Frases que se autoliquidan

Me entusiasma las frases que se autoeliminan. Las utilizo cuando quiero desconcertar a alguien en el momento oportuno. Es curioso observar la reacción que producen. Una de mis favoritas es la de Luís Buñuel ‘Soy ateo gracias a Dios’ que utilizo cuando intentan pararme en la calle esos chicos tan altos y elegantes que dicen ser mormones. Pero las hay de todos los tipos y colores. Algunas:
-No creo en la astrología porque soy Géminis.
-Antes de empezar a hablar, hay algo que me gustaría decir.
-Soy un gran optimista porque sin optimismo, ¿qué nos quedaría?
-La mitad de las mentiras que dicen de mí son ciertas.
-Al haber perdido la vista nuestro objetivo, hemos de doblar nuestro esfuerzos.
-¡Le he concecido un presupuesto ilimitado y ya lo ha agotado!
-Esta especie siempre ha estado extinguida.
-¡Prohibido aparcamiento autorizado!
-¡Si no estás predispuesto, sencillamente no entiendes!
-La inflación es un mecanismo económico según cada persona gana más que la siguiente.
-La superstición trae mala suerte.
-Te has superado a ti mismo como siempre.
-Cada poco nunca deja de llover.

Olor a nardos

Olor a nardos

Hay gente que nunca ha visto el mar. No sabe de la seducción que despliega una onda que empieza a avanzar y con brazos amplios llega hasta la playa, con prisa de muchacha.
Una mañana de febrero, bajamos hasta la orilla. Iba conversando con mis amigos.
El mar esa tarde era más mar que nunca. Mar de tarjeta postal.
Nuestro amigo Juan, de pronto, se queda parado frente a frente. Mira, alza su mano y señala el blancor de la ola rompiendo.
-¿Qué es? ¿Son nardos, acaso?
Y el mar esa tarde empezó a oler a nardos.

Mucho por nada

Mucho por nada

Amasa barro para hacer una vasija. Luego adapta la nada que queda dentro de ella a tu propósito, y tendrás el uso de la vasija. Haz una habitación -un cubo hueco con puertas y ventanas-. Adapta el vacío que queda dentro para tus fines, y tendrás el fin de la habitación. Así, lo que hacemos es Algo, pero es en virtud de Nada que podemos usarlo para un fin útil.

Microcuento de Navidad

Microcuento de Navidad

Hacía mucho frío, y mi mano mantenía una dura lucha con el cristal que se empeñaba en no dejarme ver. Era ya de noche, y los centelleos de las luces del árbol teñían la casa de verde y rojo, dándole un aspecto irreal. En la casa de enfrente otro árbol parecía estar conversando con el mío, con sus interminables juegos de luces. Un niño estaba sentado de espaldas debajo del árbol, rodeado de papeles de regalo abiertos, abrazando a un muñeco casi tan grande como él. En la habitación contigua pude distinguir en la penumbra una pareja, eran jóvenes y estaban discutiendo acaloradamente. El niño parecía abrazar cada vez con más fuerza al muñeco, y observé cómo se reflejaban las luces del árbol en sus ojos inertes. Aún hoy dudo al recordarlo, pero juraría que vi una gota deslizarse lentamente por su mejilla de plástico.

Me gustan los trenes

Me gustan los trenes

Cuando era pequeño quería ser maquinista de locomotoras y así se lo ha hacía saber a mis amiguitos, mis padres o a cualquiera que se pusiera por delante mío. Recuerdo con nostalgia aquellos días en que mi padre me llevaba agarrado de la mano a la estación de RENFE para ver pasar los trenes. Puede que sea cuestión de la edad, pero con el paso de los años cada vez me gustan más los trenes, lo mismo que los barcos, casi nada los autobuses, los aviones es otro cantar. El ritmo de la marcha del tren, el traqueteo que notas bajo tus pies, tienen mucho de humano: la tierra escapa debajo de tu cuerpo y tú la sientes pasar como una materia dura; pero, al mismo tiempo, vas viéndola correr al otro lado de la ventanilla tan hermosa en los inviernos como en las primaveras. ¡Qué bello es vivir!, reza el título de una película que ganó un Oscar de Hollywood. ¡Y qué bello es vivir la vida desde el asiento de un tren!, podría añadir.
Todos los niños de mi generación jugábamos al tren, pero en las generaciones de hoy en día no he visto a ningún crío jugar a otra cosa que no sea mirar a una pantallita con dibujitos. ¿Y qué decir de los trenes eléctricos que me regalaban alguna vez en la noche de Reyes Magos? Cuando yo era niño, el día anterior al 6 de enero quitaba las figurillas del Belén y dejaba aquellos campos de serrín y montañas de corcho listos para poner el tren.
Ahora cruzas campos yermos y luego junto a trigales rubios, y después bordeando un precipicio, y luego un mar, y más adelante ríos y también las orillas de los mares, y viajas por las caderas de montañas luminosas y ves caer el sol y admiras amaneceres rojos como un campo de batalla, y te ciega la nieve o el sol de los desiertos. Y encima la gente de tu compartimento se enrolla a hablar contigo: descubres vidas, haces amigos que dejarán de serlo en unas horas. Y el viaje, en ese mágico deslizar, se te hace hondo, tremendamente humano, profundamente vivo, y tu corazón se alegra de ser hombre y galopar sobre la Tierra.

Lugares erróneos

Lugares erróneos

Casi todos los lugares erróneos son lugares donde se está, donde alguien se queda o, en el mejor de los casos, tiende a quedarse. Por eso, cuando uno advierte que alguien tiende a quedarse en algún lugar lo primero que debe hacer es recomendarle que se vaya. Esos son los lugares a evitar.
Se puede reconocerlos precisamente por eso, porque uno tiende a quedarse en ellos, ya sea porque su movimiento sólo es circular o pendular, pero en todo caso no progresivo. Y los lugares verdaderos, habitables, son sólo aquellos por los que se transita, no aquellos donde se está. De ahí la gran dificultad que presenta la descripción de los lugares más deseables. Y por eso mientras la topografía es en realidad una patología, la verdadera ciencia a que debemos aspirar es la topología.

Perlas

Perlas

En sus sueños conoció a una chica sorprendente. No era por su dulce mirada cargada de ternura con destellos de miel. Ni la expresividad de sus labios rozando el algodón de las nubes. Ni tan siquiera, los reflejos dorados del Sol sobre su pelo, jugueteando con el viento. Era por las diminutas perlas brillantes que cubrían sutilmente sus brazos.

Nunca supo lo que eran hasta que se marchó. Entonces comprendió que eran gotas de mar que habían ido quedando sobre su piel mientras nadaba, y creeme, lo había hecho durante mucho tiempo porque, aunque nunca la volvió a ver, jamás podrá olvidar que una vez conoció a una sirena.

Churchill matemático

Churchill matemático

Una vez tuve un sentimiento acerca de la matemática: que la veía toda. Las capas más y más profundas se me revelaban, la cima y el abismo. Vi -como uno puede ver el paso de Venus o aun el gran espectáculo celestial- un número atravesando el infinito y cambiando su signo de más a menos. Vi exactamente por qué ello ocurría y por qué la transformación era inevitable pero fue después de la cena y lo dejé pasar.

Polvo de estrellas

Polvo de estrellas

Una vez un hombre miró el sol que se escondía tras el horizonte, pero por primera vez en mucho tiempo no se sintió solo. Observó las estrellas que empezaban a titilar suavemente en el cielo, y después, la hierba, aún verde, el árbol hermoso, y el agua cristalina y pura y leve que corría alegre por el arroyo. Mas aquella tarde no se sintió solo, porque comprendió que todas las cosas -el sol, el cielo, el horizonte, la verde hierba y el árbol hermoso, el agua transparente y fresca- eran una sola y misma cosa : polvo de estrellas. Y él también era polvo de estrellas.

Sin embargo, a pesar de ser todos una misma cosa, el árbol era árbol, la hierba, hierba, y el agua, agua; y él, hombre. Vio que el árbol tenía todo cuanto necesitaba a su alrededor para ser árbol, lo mismo que la hierba para ser verde o que el agua para ser líquida y fresca. Entonces aquel hombre comprendió en lo más profundo de su ser que la Naturaleza siempre le proporcionaría todo lo que le fuese necesario para ser Hombre.