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Año: 2004

La Casa-museo de Nicolae Popa

La Casa-museo de Nicolae Popa

 

Si alguna vez visitas Rumanía y te encuentras cerca de Târpesti, lo más probable es que te dejes cautivar por la «Casa-museo de Nicolae Popa». Este entrañable hombre ha dedicado gran parte de su vida a recolectar todo aquello que ha encontrado en su camino, desde máscaras tradicionales hasta retablos, íconos, telas, trajes típicos, figurillas, cachivaches, cerámica y un largo etcétera. Las habitaciones y pasillos de su casa están literalmente atiborradas de objetos, creando una especie de caos ordenado, donde cada rincón cuenta una historia. Es probable que su afición provenga de un profundo amor por el folclore y las tradiciones de su país, algo que, con el tiempo, le ha valido varios premios internacionales.
La casa-museo se sitúa en medio de un paisaje rural, rodeada de casas de campo en una zona típicamente agrícola, por lo que no es raro ver gansos, gallinas y carros tirados por mulas dando vueltas cerca. A menudo, los niños del pueblo juegan por los alrededores, completando esta estampa pintoresca de la vida rural rumana.
Como cierre de su hospitalidad, Nicolae organiza, en el patio de su casa, una pequeña muestra de danzas tradicionales con máscaras y trajes. Los asistentes, sentados en banquetas dispuestas en el perímetro del patio, pueden disfrutar de la improvisada danza de los lugareños, quienes se visten con trajes tradicionales y se dejan llevar por los ritmos del laúd tocado por el propio Nicolae Popa. Es una experiencia única que no solo muestra el folclore, sino también el alma de la gente de Târpesti.
Si alguna vez deseas hacer un «garbeo virtual» por este rincón de Rumanía, no dudes en visitar la Casa-museo de Nicolae Popa.

Si encienden las estrellas…

Si encienden las estrellas…

Oigan: si encienden las estrellas
es porque alguien las necesita, ¿verdad?,
es que alguien desea que estén,
es que alguien llama perlas a esas escupitinas.
Resollando tormentas de polvo
del mediodía penetra hasta Dios,
teme haber llegado tarde, llora.
Le besa la mano carniseca,
implora que pongan sin falta una estrella,
jura que no soportará este tormento inestelar,
y luego anda preocupado,
aunque aparenta calma.
Dice a alguien:
Ahora no estás mal, ¿eh?
¿A que ya no tienes miedo?
Oigan si encienden las estrellas
es porque alguien las necesita, ¿verdad?
Es indispensable que todas las noches sobre los tejados
arda aunque sea una sola estrella.

Un poema de Vladimir Mayakovski (Rusia, 1893-1930)

Uno es lo que quiere ser

Uno es lo que quiere ser

 

Un día el Maestro anunció que un joven monje había alcanzado un estado de iluminación avanzado. La noticia causó revuelo. Algunos de los monjes fueron a ver al joven monje. «Escuchamos que te has iluminado. ¿Es verdad?» preguntaron.
«Lo es,» contestó.
«¿Y como te sientes?» «Tan mal como siempre,» dijo el monje.

Lo siento, dudo mucho que haya fórmulas matemáticas para la vida, uno es lo que quiere ser. Podrás dudar, podrás sentirte bien o mal, podrás encaminar tu vida de una manera u otra, pero no hay nada ni nadie que te diga en ningún momento que si lo que haces es lo correcto. Si tú no crees en tu camino, nadie te va ha seguir en él.

Un recuerdo

Un recuerdo

Me pidió un recuerdo, y no supe que traerle. Pensé en traer la sombra de la encina que nos cobijaba cada verano en la plaza, pensé que sería bonito llevarle un pedazo del tejado de la iglesia, o el charco de la fuente de la alameda. Hasta quería haber cogido el sonido de las manzanas cuando caían maduras en el prado. O la mirada perdida del gato de doña Julieta, que siempre le ronroneaba cuando pasaba. ¡Pensé en tantas cosas!, que al final no supe que hacer.

Los pendientes

Los pendientes

Un pequeño fragmento, que me pasó una amiga, de una novela titulada «Las historias de Marta y Fernando», de Gustavo Martín Garzo…

‘Marta se puso estremecida los pendientes, pensando que muchos años atrás su abuela, y tal vez su madre, se los habían puesto ante aquel mismo espejo, con la cabeza llena de sueños. ¿Recordaban esos sueños a los suyos? Le pareció que todos los sueños de las mujeres eran semejantes, porque todos tenían que ver con las ansias de ser amadas. También que, cuando se miraban al espejo, todas experimentaban la misma sensación de agotamiento y de irrealidad que ahora sentía ella. Porque intuían que, en el fondo, eso no era posible.’

La niña más valiente del mundo

La niña más valiente del mundo

La niña más valiente del mundo no dibujaba soles amarillos porque el terror le incendiaba de vértigo las venas.
Le salían sin querer bocas selladas -no digas nada, es nuestro secreto- y firmaba con trazo tembloroso para que no sospecharan las maestras.
La niña más valiente del mundo se abrazó rota a su peluche roto y rogó cada día «Por favor, aún no llegues, Noche».
Seis domingos enterró notas de socorro en la arena para ser fuerte, para hacerse invisible.
La niña que nunca rompió el pacto, la que se mordió los labios, la que se echó la culpa de todo, la que quiso comprender y no pudo la que durante siete mil quinientos días pidió permiso para el grito y la risa era la niña más valiente del mundo.
Nadie lo sabía, pero yo ahora lo sé.

Una mujer y un hombre se quiere

Una mujer y un hombre se quiere

Un hombre y una mujer se quieren. Y aquí podría acabar la historia si no fuera porque un día el hombre sorprende a la mujer con otro hombre. Ella dice que le quiere pero él no la cree. Él dice que ella no puede querer a los dos. Un hombre, una mujer y un hombre se quieren.

Él se va pero sigue queriéndola. Ella lo recuerda y sigue queriéndolo. Un día él encuentra a otra mujer. Ella dice que le quiere pero él no se deja.
Él dice que la quiere, aunque no puede olvidar a una mujer. Un hombre y una mujer y un hombre y una mujer se quieren.

Etcétera.

Canción infantil para despertar a una paloma de tres primaveras

Canción infantil para despertar a una paloma de tres primaveras

 

Y bueno pues, un día más, que se va colando, de contrabando, y bueno pues, adiós ayer, y cada uno a lo que hay que hacer.
Tú enciende el sol, tú tiñe el mar y tú descorre el velo que obscurece el cielo y tú ve a blanquear, la espuma y la nube, la nieve y la lana y tú conmigo a cantar la mañana.
Tú a dibujar el trigo y la flor, tú haces de viento, dales movimiento y tú les das color, tú amasas los montes, tú al pozo a baldear, y tú conmigo y el gallo a cantar, que hay que empezar un día más, tira palante que empujan atrás y póngase el calcetín paloma mía y vengase a cocinar el nuevo día todo esta listo el agua el sol y el barro pero si falta Ud., no habrá milagro. Si le falta Ud. a un mundo enfermo y con canas quien va a hacerle la cama, y quien le peinará la frente, y quien le lavará la cara, si falta su risa para echarlo a andar, venga conmigo y el gallo a cantar, que hay que empezar un día más, tira palante que empujan atrás, y póngase el calcetín paloma mía, y vengase a cocinar el nuevo día, todo esta listo el agua el sol y el barro pero si falta Ud. no habrá milagro.

De Joan Manuel Serrat a su hijo.

Espasmos de vida

Espasmos de vida

 

No sé si a ti te ocurre pero a mí en ocasiones me invade algo similar a una niebla blanca, o ¿será transparente? No sé… es algo que empaña mis ojos y me predispone a percibir con mayor intensidad los colores, como más definidas las formas. Exactamente, igual que si recalcaras con carbón negro una silueta, cómo si de pronto un mundo paralelo al cotidiano se revelase ante ti.
Y es entonces cuando comprendo que voy a vivir uno de esos momentos de extrema felicidad, de hipersensibilidad al entorno, de emoción irracional.
Pues bien he tenido uno de ésos, que a mí me da por llamar ‘espasmos de vida’, hace un rato y me apetecía compartirlo contigo.
Y lo he tenido escuchando una versión electrónica del Adagio para Cuerda de Samuel Barber. Estar vivo, pase lo que pase, es todo un privilegio.

Maziltu

Maziltu

Ayer me regalaron una palabra: Maziltu.
En árabe quiere decir seguir siendo.
Y me he acordado de aquel atardecer. Con el pecho oprimido para no soltar la
esperanza.