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Mes: abril 2004

Saber reírse

Saber reírse

Reírse es una de esas pocas cosas que, siendo buena, no está prohibida, ni es pecado, ni tan siquiera engorda. Los niños se ríen unas noventa veces al día, los adolescentes unas veinte y en cambio la mayoría de los adultos apenas cinco, y ¡eso que es gratis!.
Sé que el mundo así en general no está para muchas carcajadas, pero hasta esos manuales escritos por psicólogos de barba, gafas y aires profundos, recomiendan que, para seguir adelante en la sociedad inestable en la que nos tenemos que desenvolver, la risa es el mejor antídoto.
Además el pesimismo es contagioso y eso ya debería de ser suficiente motivo para no aguantarlo. Saber reírse de uno mismo desdramatiza los problemas y te hace disfrutar de las cosas más sencillas. Ya sé que no es fácil, cuando en un mismo día los sentimientos parecen una montaña rusa, se hace difícil no sacar ese lado quejica y envolverse en la autocompasión, sin embargo nada como una sonrisa para empezar a ver el lado bueno de las cosas.

Esa es mi geografía

Esa es mi geografía

La infancia es un territorio luminoso que, quien más o quien menos, añora. Pero también es un espacio donde se dan situaciones pesarosas, muchas de las cuales la mayoría hemos preferido olvidar. Por lo que a mí respecta, una de las cosas más tediosas, se daban en el colegio. ¡Esa gravosa obligación de hacer todo los días lo que menos te gustaba! Claro que había asignaturas que me gustaban más que otras. Una de las que menos me gustaban era historia y geografía ¡Tenías que aprender de memoria tantas palabras complicadas, indescifrables, inútiles…! Lo malo de la infancia es que la abrumadora lógica de tu inocente y joven corazón choca siempre con la lógica exterior que dictan los adultos. Y la mayor parte de nosotros nos rendimos a esa exigencia sin llegar a saber que estamos perdiendo lo mejor de nosotros. Por eso me caen siempre muy bien las personas con corazón de niño.
Nunca pude aprender al completo, por ejemplo, la lista de las capitales del planeta, por ejemplo, Nouakchott, Tananarive o Dar es Salaam. Imagínate: si ya costaba saberse los nombres de las regiones y provincias españolas, ¡qué sucedería con los centenares de topónimos del ancho mundo!
La vida es una sorpresa: yo estaba peleado con la geografía y la historia y acabé por ser un vicioso de los viajes. Y el milagro se produjo. Empecé a pisar sobre los nombres. Quiero decir que puse los pies sobre la realidad de muchos de aquellos topónimos que martirizaron mi infancia. Y al caminar sobre ellos, al sentir sus olores, al contemplar su geografía real con mis propios ojos, me quedé extasiado con muchos de ellos. Y ninguno de sus nombres se ha borrado de mi memoria por más que no haya puesto el menor empeño en aprendérmelos. He visto Sandanski, Teotihuacan o Abul Simbel y he visitado dos veces Niza, he deambulado por Dublín… Fijas en tu memoria los nombres de esos lugares, como el de el/la chic@ que te gustó durante una temporada cuando te sentabas en el colegio en el pupitre a su lado. ¡Cómo vas a olvidarlos nunca si alguna vez estuvieron en tu corazón! La geografía se transforma en un acto de amor cuando empiezas a viajar. Creo que, si volviera a estudiar, se convertiría en mi asignatura favorita y siempre obtendría sobresaliente. Pero, claro, dedicaría seis meses al estudio y otros seis a patear la Tierra.
Estoy enamorado de muchos de los lugares que he visitado. Son nombres que me transmiten aromas, sabores y sonidos. Esa es mi geografía.

Reflejos

Reflejos

 

Dos. Como una imagen y su reflejo. ¿Quién la imagen y quién el reflejo?. Como tu pupila abierta, midriática, inmensa y negra. Como dos almas que han perdido los límites. Como dos mentes que han perdido los límites. Como si mi mente hubiera abierto sus puertas al mar y todo entrase en la misma ola. Como dos en el trapecio. Como ir el uno hacia el otro por el mismo alambre de funambulista. Mírame de frente. Mírame fijo para que no me caiga. Esta vez no hay red.
Como mariposas en el estómago. Como la marca de tus dientes. Como que yo siento tu temblor y tú el mío.
Llueve. Y donde estás tú diluvia. Como dos imágenes ante el espejo para hacer nacer a la que es mezcla de ambas.
Contiguas. Como las dos piezas de una misma fractura soldándose.
La niña en el punto de información de los grandes almacenes. Con los ojos abiertos como platos de susto. Temblando.

Vagar por el mundo

Vagar por el mundo

Cuando viajas literariamente recorres tres veces, al menos, el camino: al idearlo, al pisarlo y al escribir de regreso. Sin duda es la forma más rentable de viajar. Y la más honda, porque escuchas y ves con oídos y ojos más atentos. Recuerdo aquello que decía Don Quijote: ‘¿Acaso es tiempo mal gastado el que se emplea en vagar por el mundo?’

Javier Reverte.

Campo de lavanda

Campo de lavanda

 

Hay ciertos sentimientos que se parecen a estar de pie en medio de un campo de lavanda. Si no has estado en la Provenza, empápate un pañuelo de esencia de espliego e intenten recordar los cuadros de Cezanne o de Van Gogh. Explosión. Inercia. Trazos y llamaradas. Olores. Tomates frescos y jugosos, pan de tahona y aceite de oliva. La siesta bajo un árbol. La brisa tibia. La pachorra de la canícula. La suavidad aromática de las noches.

El hombre está hecho para poder volar

El hombre está hecho para poder volar

La torre de la inmensa catedral de Ulm, en Alemania, es la aguja más elevada existente en el mundo: ciento sesenta metros de altura. Setecientos treinta y ocho peldaños de piedra llevan hasta la cima. Si intentas llegar hasta arriba y todavía conservas el resuello y eres capaz de contemplar algo, tu mirada se detendrá sobre todo en dos accidentes que sobresalen del resto: las colinas situadas al pie de los Alpes bávaros, al sur de la ciudad, y los escarpados farallones que dominan el Danubio, por el Este.
Aquí vivió a finales del siglo XVI Hans Ludwig Babblinger. Fabricante de miembros artificiales, era un artesano dotado de una rara habilidad que gozaba de una cierta fama local debido a su cualificación. Y como la amputación era el remedio común de enfermedades y heridas, se trataba de un hombre muy ocupado. Mientras sus manos trabajaban, tenía a menudo la cabeza en cualquier otra parte. Babblinger era uno de aquellos que imaginaba que algún día llegaría a poder volar.
A su debido tiempo hizo uso de sus habilidades y de sus sueños, así como de los materiales que tenía en el taller, para fabricar alas. Y como la suerte hay que buscarla, decidió probar sus alas en las colinas situadas al pie de los Alpes bávaros, donde abundan las corrientes de aire ascendente. Un día, un día maravilloso, en presencia de testigos de confianza, Hans saltó desde una colina elevada y llegó sano y salvo al pie. ¡Sensacional! ¡Babblinger podía VOLAR!
Cambio de tiempo y de escenario. Estamos en la primavera de 1594. El rey Luis y su corte venían de visita a Ulm, y los mandatarios de la ciudad quería dejarle gratamente impresionado. ‘Podemos hacer que Hans Ludwig Babblinger vuele para el rey.’ Buena idea.
Desgraciadamente, y debido a la obligación de acomodarse las conveniencias reales y de los habitantes de la ciudad, Babblinger eligió los cercanos escarpes que caen sobre el Danubio para su exhibición. Aquí la corrientes de aire son descendentes.
Llegó el gran día. Músicos, el rey y su corte, los dignatarios de la ciudad y miles de gentes del común se reunieron junto al río. Babblinger se situó sobre una plataforma colocada en la parte más elevada de las escarpaduras rocosas, tomó impulso, se encogió y se lanzó al aire.
Y cayó al río como una bala de cañón.
No fue bien la cosa.
El domingo siguiente, desde el púlpito de la gran catedral, el obispo de Ulm citó a Babblinger por su nombre a la hora del sermón y le avergonzó públicamente por su pecado de orgullo.
‘EL HOMBRE NO ESTÁ HECHO PARA VOLAR’, afirmó con voz tonante el prelado.
Humillado por la ira acusadora del obispo, Babblinger salió de la iglesia, se fue a casa y nunca más volvió a aparecer en público. Murió poco después.
Con las alas, los sueños y el corazón rotos.
Cada vez que viajo en avión, me viene a la cabeza Babblinger y el obispo de Ulm. Desde la ventanilla del avión observo, empequeñecidos, pueblos, bosques, ríos, … Cómo me gustaría llamar a Hans Babblinger para que saliera de su tumba y tomara asiento junto a mí, y decirle: ‘Mira, mira y no te avergüences. El hombre está hecho para poder volar.’

Palíndromos

Palíndromos

Volver algo del revés es uno de los gestos más radicales, simples y tentadores que existen. Los surrealistas lo sabían bien, cuando inventaban aquellos sediciosos, perversos objetos como la taza con sus dos asas para dentro. Pero hay algo todavía más perturbador, y es que una cosa no tenga revés.
Cuando una cosa es igual al derecho y al revés, lo de derecho y revés empieza a tambalearse peligrosamente; y tal vez sea ese peligro y ese tambaleo lo que vuelve tan atractivos a los capicúas de todo tipo, incluyendo los que de cuando en cuando tienen a bien entregarnos en el autobús, en los billetes de banco, etc.
Pero no son los billetes capicúas los únicos simpáticos; están también las palabras capicúa. ‘Palabras felices’ las llama el cubano Guillermo Cabrera Infante en su novela Tres tristes tigres, donde, en una noche de juego, copas y confidencias en la ‘noche habanera’, sus personajes confeccionan una discreta listita: Ana, ojo, non, anilina, eje (todo gira en torno a él, aclara Cabrera), radar, ananá, reconocer, sos y gag.
La antigüedad atribuía a las frases que podían ser leídas tanto al derecho como al revés virtudes mágicas. Se llaman palíndromos (no palindromes, que es galicismo) y viene del griego, donde significa textualmente ‘camino hacia atrás’ o mejor aún ‘camino nuevo’; como si la frase capicúa fuera una ruta por la que se puede andar en un sentido y luego caminar, de nuevo hacia atrás. En tren de inventar, se podría arriesgar que todas las demás frases -las que sólo se pueden caminar en un sentido- son simples y vulgares monodromos, tristes caminos de una sola mano.
El más enigmático de todos los palíndromos, SATOR AREPO TENET OPERA ROTAS, se encontró en los muros de Pompeya. Durante mucho tiempo se ha discutido su significado exacto, que parece oscilar entre un simple anuncio (El artesano tiene ruedas para el trabajo) y un mensaje místico (El creador tiene las inestables claves de su Obra). Prendedores con la misma frase grabada fueron hallados en otras partes de Europa, desde Cirencester hasta Budapest.
Muchos estudiosos se han quebrado bastante la cabeza con ella; para saber por qué, basta volcarla en un tablerito de cinco por cinco y mirarla un instante.
Ya sabíamos que la frase entera era capicúa; pero ahora resulta que todas las letras iniciales, leídas consecutivamente, forman la primera palabra, todas las letras segundas, la segunda palabra, y así. Esto funciona también al revés: la última letra de la última palabra, seguida de las últimas letras de la cuarta, la tercera, la segunda y la primera palabras forman otra vez SATOR; con todas las penúltimas le tras se forma de abajo para arriba otra vez AREPO, y así. Este vertiginoso pozo sin fondo se construye con una palabra capicúa (TENET) y otras cuatro que, por parejas, son bifrontes: SATOR/ROTAS y AREPO/OPERA. Por si esto fuera poco, un tal Félix Grosser di Chemnitz encontró en 1926, que con las letras del palíndromo pompeyano se escribe dos veces PATERNOSTER, cruzando las dos palabras sobre la N central. Otra: uniendo con líneas las cuatro O y las cuatro A, queda una especie de cruz cuyos brazos vendrían a ser el Alfa y el Omega. Creo que basta -aunque, quién sabe, quizás haya más todavía- para entender el prestigio que esta frasecita goza desde hace siglos. Pero más asombrosa aún es otra del mismo carácter (MICUC ISUTU CUYUC UTUSI CUCIM) que el estudioso italiano Salvatore Chierchia encontró en el patrimonio oral de un grupo de descendientes de los incas.
Lo increíble es, justamente, que la frase, que funciona igual que la pompeyana, pudo ser concebida sin necesidad del alfabeto. O sea que las complicadísimas operaciones que encierra eran apreciadas ‘mentalmente’. El asunto es para el créase o no, al igual que la bellísima traducción: La felicidad es esa extraña bestia que se come al pájaro que se agita.
1. Palabras capicúas: Hay muchas más que las de la lista de Cabrera. Abundan las de tres letras tipo asa, ala, ata, acá, oro, oso, etc. No se engañen con baobab, que parece, pero no es. Una preguntita fácil: ¿cuál es la aerolínea capicúa? ¿y el movimiento artístico? ¿y el explosivo capicúa?
2. Capicúas silábicas: Ejemplos: Ca-sa-ca; do-ra-do; To-ron-to.
3. Palabras bifrontes: Son las que pueden leerse también en ambos sentidos, pero que significan cosas distintas: raza-azar; aluda-adula; risa-asir; rio-oír, etc.
4. Bifrontes silábicas: Del tipo toro y roto; ladero y rodela; llanta y tallan; manía y ánima.
5. Capicúas gráficas: hoy se lee igual boca arriba que boca abajo.
6. Bifrontes gráficas: Los ejemplos hablan solos: den la vuelta a los codos y se convertirán en copos (sobre todo en un día siberiano).
7. Palíndromos: Como fuente de inspiración, vaya esta pequeña colección: Ana lleva al oso la avellana; No traces en ese cartón; Oirás orar a Rosario; Se van sus naves; O rey o joyero; Yo hago yoga hoy; A ti Catalina Radona ya no te loará o Letona ya no dará ni la tacita; Sánase tras alocada romería la senil Inés. Al aire Mora da colas artesanas; Sonreí: Bogart no cede contra gobiernos; Adela Román, Amaya Mora y Amaya Romay aman a Moraleda; A remo Gala se vaya por ropa y aves a la Gomera; Sor Eva lleve llave. Si sor Rosi se va, lleve llaveros; O acá cojo cerillas a Moreto… además la salsa me da Otero, más allí recojo cacao…; Átame mi sayal la Lola maya mal, Olalla, y así me mata; A los Argensola, Eloy o Goyo, léalos, negra, sola; Ana, id y da la raposa ya, pese a ese payaso, para Lady Diana; O dar, o dorar, o tira ese arito raro dorado; Lana se trajo Lera y Anaya reloj artesanal; O cines raros donó o no dar a la sor Arsénico; Allí da las nenas a Pili Palao o a la Pili pasan ensaladilla.
Richard Armour, en ‘Todo empezó con Eva’ cuenta que cuando ella le preguntó a su consorte quién era, él respondió: Madam, I’m Adam. Una versión libre en castellano diría: Nada, yo soy Adán. ¡Se puede llegar mucho más allá! En francés hay un texto capicúa de 5.000 palabras. Sería un descrédito que en castellano no podamos pasar la barrera de las 12 palabras.
8. Palíndromos silábicos: Ejemplo: Dora loco togado lindo gato colorado.
9. Frases bifrontes: Ejemplo: La mina de sal-la sed animal. Este tipo de frases puede ser la base de buenos palíndromos combinados. Con la anterior puede hacerse: La sed animal acrece, me cerca la mina de sal.
10. Dibujos reversibles: Es el clásico juego de dibujar una caricatura que vista del revés deja ver otra -o la misma- caricatura. El holandés Gustave Verbeck llevó este juego a un virtuosismo prodigioso, construyendo en 1903, en los albores de la historieta moderna, una tira donde la historia se empezaba a leer al derecho y se terminaba de leer dando vuelta a la página, y recorriendo todos los cuadritos para el otro lado.

La mujer más bella del mundo

La mujer más bella del mundo

Acabo de escuchar de pasada, que a Ava Gardner se le considera como una de las mujeres más bella que ha existido. Eso me trae a colación un bello mini-cuento escrito por José Luis Avalle.

Era una mujer extremadamente bella, no había dudas. Si bien sabemos lo relativa que es la belleza, en cualquier época que hubiese vivido habría sido considerada una beldad extraordinaria. Sus ojos, su boca, su cabello, todo su cuerpo conservaba una perfecta armonía.
Desde su nacimiento fue un bebé hermoso, envidia de todas las madres. Muchas mujeres se decidieron a tener hijos, no porque los quisiesen, sino con la ilusión de que alguno podría ser tan bello como esa criatura.
A los 15 años era una flor, y a los 18 su belleza era un desafío. Al caminar por la calle, los únicos piropos que escuchaba provenían de mujeres. Los hombres, a su paso, quedaban boquiabiertos, extasiados, impedidos de articular palabra alguna. Balbuceantes, sólo la seguían con la mirada hasta que se perdía en la multitud, donde causaría nuevos estragos.
Novios no tuvo. Amantes, varios. Los elegía al azar, según su estado de ánimo, pues sabía que en realidad ningún hombre estaba a su altura. Nadie era lo suficientemente bello como para merecerla. La naturaleza había agotado la gracia de una generación en ella. Como amante era caprichosa, y con razón. ¡Quién podía negarse a sus deseos! ¡Quién se hubiese resistido a sus antojos! Sin embargo, hubo un magnate que, después de haber derrochado su fortuna en ella, quiso librarse de sus encantos. A bordo de su yate, en un rapto de comprensible locura pasional, extrajo un revólver y, decidido a eliminar a esa mujer insoportablemente bella, apuntó a su rostro. Ella sonrió. Eso bastó para que él dejara el arma. Ella la tomó y, después de darle un cálido beso en la frente, le disparó un tiro en dicho lugar.
El juicio tuvo gran resonancia. ¡Nunca se vio homicida más bella! Cuando se pedía en la sala que la acusada se pusiera de pie, una ovación coronaba el recinto. En realidad nadie quería condenarla, y si el juicio se extendió unos meses, fue sólo porque el juez, embelesado, deseaba tenerla día tras día en los tribunales. El único grupo que presionó para su condena fue el de los presos y guardacárceles que, lógicamente, veían la posibilidad de tener entre sus rejas a una mujer bella como jamás había sido vista. Pero eran minoría y ella fue absuelta, no sin antes prometer que en lo posible no volvería a matar.
A los 23 años su trascendencia era mundial. No hubo revista o diario en donde no apareciese su foto. Los concursos mundiales de belleza quedaron sin participantes. Nadie, en su sano juicio, veía la posibilidad de competir con ella. Los políticos trataban de explotar su imagen, pues cualquiera votaría por ella con tal de verla hablar por la red de T.V. Gobernantes del mundo entero la invitaban como huésped de honor a su país, pero, lamentablemente, en más de una ocasión alguna involuntaria superposición de fechas desencadenaba serios conflictos, aun entre países tradicionalmente amigos.
Merece destacarse la actitud del Papa, quien después de ver sus fotos pidió que jamás se la presentaran, tal su temor a sucumbir bajo su extraordinaria belleza.
A los 25 era sublime. Su hermosura estaba en el máximo esplendor.
Desarrollada, joven, vital. Sus facciones lograron alcanzar el tope de su potencial. Sus ojos tenían un color como nunca antes habían tenido. Su boca, sus labios, todo parecía estar en su apogeo. Su piel había alcanzado un grado superlativo de lozanía. Comparándola con un fruto, había alcanzado el punto ideal de madurez.
Fue por eso que, antes de cumplir los 26, un grupo de conspicuos hombres de ciencia le explicó de muy buen modo que una beldad así no podía ser exclusiva de una generación. Eso era egoísmo. Su belleza era tal que debía ser admirada sin límites espaciales ni temporales. Ella parecía no comprenderlo, pero para regocijo de generaciones subsiguientes, y a pesar de sus mohines, sonrisas, súplicas y ulteriores gritos de espanto, procedieron a embalsamarla.

Cultivo una rosa blanca

Cultivo una rosa blanca

 

Cultivo una rosa blanca,
en julio como en enero,
para el amigo sincero
que me da su mano franca.

Y para el cruel que me arranca
el corazón con que vivo,
cardo ni ortiga cultivo
cultivo una rosa blanca.

José Martí.

Hay frases célebres…

Hay frases célebres…

 

Hay frases célebres…
Hay frases profundas…
Hay frases hermosas…
Hay frases que ni fu ni fa…
Y hay otras que ni tan siquiera son lo que dicen ser.
Las hay que son como el I Chi, que son Yin y Yan, valen para lo bueno y para lo malo, son ambiguas y hermafroditas, son también como las famosas predicciones de Nostradamus para las que caben múltiples interpretaciones y todas válidas según el contexto, curioso arte este por cierto… (¿recibirá algún nombre?, me refiero al arte de edificar textos que sin ofrecer una respuesta detallada y concreta, en un momento dado si te dan esa respuesta que buscas o mejor dicho que esperas encontrar, no sé si me explico… que valen tanto pa un roto como pa un descosio, ¡vamos!).
Sencilla pero profunda, llena de significado e insignificante, ahí va una frase sin nombre, sólo eso un montón de palabras encadenadas, porque hoy me apetece compartirla y no mañana ni ayer:
‘Lo que ha ocurrido una vez no tiene por qué repetirse, pero si ha sucedido dos veces es casi seguro que ocurrirá una tercera’.