Ahora me ves

Ahora me ves

Bajo un cielo plomizo, Esteban alzó la vista, venciendo su hastío. No vio nada, por supuesto, salvo un par de palomas que giraban en una danza torpe. Suspiró, cansado de la monotonía, y continuó su camino por la plaza desierta.
Las palomas, ignoradas, descendieron tras él y se posaron en el banco donde había dejado su cuaderno.
Algo lo hizo detenerse. Volvió sobre sus pasos y abrió el cuaderno: las páginas estaban llenas de palabras que no recordaba haber escrito, promesas de un amor que nunca vivió.
Las palomas alzaron el vuelo de pronto, y en su estela, una risa femenina resonó desde ninguna parte. Esteban giró, pero solo encontró la plaza vacía.
Entonces, como si el viento escribiera, una nueva línea apareció en la última página:
“Ahora me ves.”

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