La Escena de calle (c. 1920) de Lesser Ury

La Escena de calle (c. 1920) de Lesser Ury

Pastel sobre cartón, captura la vibrante y melancólica atmósfera de Berlín durante la posguerra de la Primera Guerra Mundial, un periodo marcado por la agitación social y la modernización urbana. Ury, un impresionista alemán de origen judío, se destacó por plasmar la vida metropolitana con un enfoque introspectivo, y esta obra refleja su fascinación por las calles berlinesas, particularmente Alexanderplatz, como epicentro del bullicio cotidiano. La pintura, con su paleta de tonos húmedos y oscuros, evoca una calle mojada bajo la lluvia, donde figuras difuminadas —peatones y carruajes— se mueven en un ritmo fugaz, casi espectral.
Técnicamente, Ury domina el pastel, un medio en el que se le considera uno de los grandes del siglo XIX, aplicando capas delicadas para lograr efectos luminosos que contrastan con la penumbra. La luz, un elemento central, se filtra a través de pinceladas sueltas, sugiriendo farolas o reflejos en charcos, lo que intensifica la sensación de transitoriedad. Esta técnica no solo resalta su herencia impresionista, influenciada por sus años en París, sino que también incorpora un matiz postimpresionista, más introspectivo y menos celebratorio.
El significado de la obra radica en su capacidad para capturar la alienación urbana. En un Berlín de reconstrucción, donde el auge económico convivía con la precariedad, Ury retrata la ciudad como un escenario de movimiento constante pero deshumanizado. Las figuras, apenas esbozadas, carecen de rostros definidos, sugiriendo anonimato y soledad. La profundidad emocional de la pintura se acentúa por la propia reclusión de Ury, un artista introvertido que, según crónicas, evitaba el contacto humano, proyectando su aislamiento en estas escenas.
A pesar de su calidad, Escena de calle enfrentó el rechazo de una sociedad alemana impregnada de nacionalismo y antisemitismo, que marginó a Ury hasta poco antes de su muerte en 1931. Trágicamente, muchas de sus obras, incluida esta, fueron destruidas por los nazis. Sin embargo, su legado perdura, y esta pintura, exhibida en retrospectivas como la de la National Gallery de Breslau (1932), sigue siendo un testimonio de la belleza efímera y la complejidad emocional de la vida urbana.

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