El artificio

El artificio

En la silenciosa galería, Carlos, un afamado crítico de arte, contemplaba el retrato de Isabella. El rostro, de líneas exquisitas, resplandecía bajo la luz tenue, aunque aquella sonrisa untuosa, pensó, empañaba su encanto.
—Curioso —reflexionó—. Esa cicatriz apenas le resta, pero esa sonrisa la desluce.
Durante el vernissage, ella apareció: Isabella en carne y hueso. Su sonrisa, cálida y genuina, iluminó la sala, eclipsando cualquier imperfección.
—El pintor eligió esa mueca —confesó ella con gracia, al notar su mirada fija—. Dijo que vendería mejor.
Carlos, atónito, sintió un nudo en el pecho. Había juzgado un artificio, no a la mujer que, en su verdad, era aún más bella.

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