La bella hipótesis

El matemático y astrónomo Pierre-Simon Laplace presentó su obra Tratado de Mecánica Celeste a Napoleón Bonaparte. Fascinado por la profundidad del estudio, el emperador le hizo una observación curiosa: «Señor Laplace, he notado que en su libro no menciona al Creador».
Laplace, con la precisión que lo caracterizaba, respondió con una frase que pasaría a la historia: «Señor, no he necesitado tal hipótesis». Su afirmación reflejaba el espíritu de la ciencia moderna, basada en modelos matemáticos y leyes naturales, sin recurrir a explicaciones sobrenaturales.
Intrigado, Napoleón compartió la respuesta con Joseph-Louis Lagrange, otro gran matemático, quien exclamó: «¡Ah! Dios es una bella hipótesis que explica muchas cosas». Al escuchar esto, Laplace replicó con su característica lógica implacable: «Aunque esa hipótesis pueda explicar todo, no permite predecir nada».
Esta anécdota ilustra el contraste entre la visión científica y la filosófica sobre la existencia y el conocimiento. Mientras la ciencia busca describir el universo a través de leyes verificables, la metafísica ofrece explicaciones que, aunque bellas, no siempre resultan útiles para la predicción y el avance del conocimiento.