Fortuna maldita
Les habría gustado ser ricos, y en sus sueños lo imaginaban con una claridad deslumbrante. Se verían deslizándose por salones de mármol con la elegancia de quienes nacen entre sedas, sus sonrisas discretas como perlas ocultas, sus miradas cargadas de una serenidad que no necesita alardes. Vestirían con la sobriedad de quienes no tienen nada que probar, dejando que el tacto de sus gestos hablara por ellos. En su fantasía, la riqueza era un manto ligero, nunca un peso que exhibir.
Pero una tarde, al abrir un baúl olvidado en el desván, hallaron un fajo de billetes antiguos, herencia de un tío excéntrico. No eran ricos aún, sino guardianes de un secreto: el dinero estaba maldito, y cada moneda susurraba su ruina.