Surco y silencio
La mano tiembla al rozar los veneros,
donde la siembra despierta entre rocíos.
En los hondos fueros del campo, el hastío
guarda silencio bajo cielos sinceros.
Surcos abiertos —cuna de azucenas—
laten al pulso de un sueño encendido.
La tierra murmura, su canto extendido
fluye en la ronda de antiguas faenas.
Cada gota en la hoja, un latido nuevo,
cada grano, un destino, un anhelo pleno.
La mano se alza, del polvo al sendero,
y en su callar, borda un canto sereno.