La frontera: Un viaje alrededor de Rusia de Erika Fatland

La frontera: Un viaje alrededor de Rusia de Erika Fatland

Erika Fatland, antropóloga noruega y poliglota con dominio del ruso entre otros siete idiomas, emprende un periplo de veinte mil kilómetros a lo largo de los catorce países que limitan con Rusia. Este relato de viajes, que supera las 500 páginas, no se limita a descripciones superficiales, sino que indaga en cómo la proximidad geográfica con el gigante euroasiático moldea identidades nacionales, economías y tensiones políticas, tejiendo un tapiz donde la historia soviética y postsoviética actúa como hilo conductor. Fatland inicia su narración de manera no lineal, sumergiendo al lector en la etapa final: un crucero por el Paso del Noreste a bordo de un buque neozelandés, navegando la costa ártica rusa, donde el hielo perpetuo y las restricciones burocráticas revelan la vastedad inhóspita y el control estatal. De ahí retrocede abruptamente a Corea del Norte, el punto de partida real, donde las visitas guiadas obligatorias y la propaganda omnipresente ilustran el aislamiento extremo, contrastando con la fluidez cultural en fronteras como la noruega, su país natal.
A lo largo del trayecto, Fatland entrevista a disidentes, académicos y ciudadanos comunes, alterando nombres para protegerlos en regímenes opresivos como Bielorrusia o Turkmenistán. Sus encuentros destilan humor y empatía, como en Kazajistán, donde el cosmódromo de Baikonur evoca la era espacial soviética, o en Ucrania, donde presagia tensiones que estallarían en 2022 con la invasión rusa, recordando la anexión de Crimea en 2014 y las repúblicas separatistas de Donetsk y Lugansk. La autora entrelaza anécdotas personales con análisis etnográficos, destacando disparidades: desde la homogeneización fallida del islam checheno hasta la corrupción en las repúblicas centroasiáticas, herederas de su previo «Sovietistán» (2015).
El libro brilla en su accesibilidad: Fatland equilibra historia con narrativa vivaz, evitando excesos académicos que podrían ahogar el ritmo, ideal para lectores que prefieren contextualización concisa sobre tratados exhaustivos. Sin embargo, las secciones históricas pecan ocasionalmente de enumerativas, listando eventos sin suficiente dinamismo, lo que diluye la concentración en pasajes sobre conflictos como la guerra de Chechenia. Además, algunos críticos detectan un sesgo xenófobo sutil en sus juicios sobre culturas «de fila» versus «de relleno», revelando una intolerancia cultural pese a su experiencia global, lo que podría alienar a lectores sensibles a perspectivas eurocéntricas. Aun así, su prosa fluida —potenciada por una traducción impecable— y el enfoque novedoso en la periferia rusa lo convierten en una lectura imprescindible para entender las fracturas geopolíticas actuales, especialmente en un mundo post-Ucrania. Recomendado para viajeros intelectuales que busquen más que guías turísticas: una disección técnica de fronteras como cicatrices vivas.

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