La máquina de los sueños

A veces, me da por inventar máquinas. No hace mucho ideé una para soñar.
Cuando le hablé a mis amigos del asunto, se rieron de mí y me acusaron de estar demente. «Para soñar -argumentan- sólo es preciso dormir, o si se está despierto, pensar en cosas inalcanzables». Yo, a la vez me río de ellos. Y como deseo soñar algo que me satisfaga, me acuesto en la cama, pongo alrededor de mi cabeza unas cintas conectadas a un estimulador eléctrico, -que a su vez está conectado a un aparato donde he seleccionado lo que deseo soñar- y espero a que venga mi historia.
Este último tiempo he deseado soñar que tengo alrededor de 25 años, que las ideas para escribir son tan variadas y abundantes, que resulta una delicia estar conectado a la máquina. Es así, como he escrito versiones mejoradas de «La Biblia», de «El Decamerón», de «El Quijote de la Mancha», etc.
Cuando despierto, me queda la sensación de haber rebasado los límites de la cordura, y sólo me asiste el deseo de volver a los sueños de mi pobre realidad.