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Categoría: Literatura

Devenir

Devenir

Vio a la multitud, y pensó en las olas que se movían a través de ella, rompiéndose en una blanca espuma que la tragaba completamente. Las pequeñas figuras captaban débilmente los bordes de las olas como paradojas, enigmas, y oían el tictaquear del tiempo sin saber lo que sentían, y se aferraban a sus ilusiones lineales de pasado y futuro, de progresión, desde la apertura de sus nacimientos hasta la inevitabilidad de sus muertes. Las palabras se aferraron a su garganta. Siguió adelante. Y pensó en Markham y en su madre y en toda aquella incontable gente, sin soltar nunca sus esperanzas, y en su extraño sentido humano, su última ilusión, de que no importaba el cómo los días avanzaran a través de ellos: siempre quedaba el pulsar de la cosas por venir, la sensación de que incluso ahora aún quedaba tiempo.

– Gregory Benford, fragmento de su novela Cronopaisaje.

Consejos para un aspirante a escritor

Consejos para un aspirante a escritor

C. Nafarrete nos apunta algunas recomendaciones para escribir correctamente:

-Lo primero es conoser la hortografia.
-Cuide la concordancia, el cual son necesaria para que Ud. no caigan en aquellos errores.
-Y nunca empiece con una conjunción.
-Evite las repeticiones, evitando así repetir y repetir lo que ya ha repetido repetidamente.
-Use; correctamente. Los signos: de, puntuación.
-Trate de ser claro; no use hieráticos, herméticos o errabundos gongorismos que puedan jibarizar las mejores ideas.
-Imaginando, creando, planificando, un escritor no debe aparecer equivocándose, abusando de los gerundios.
-Correcto para ser en la construcción, caer evite en trasposiciones.
-Tome el toro por las astas y no caiga en lugares comunes.
-Si Ud. parla y escribe en castellano, OK.
-¡Voto al chápiro!… creo a pies juntillas que deben evitarse las antiguallas.
-Si algún lugar es inadecuado en la frase para poner colgado un verbo, el final de un párrafo lo es.
-!Por amor del cielo!, no abuse de las exclamaciones.
-Pone cuidado en las conjugaciones cuando escribáis.
-Aunque le de desgana chapar un mataburros, no use lunfardismos.
-Cuide que un verbo no quede, por cualquier razón: por sentido o por sintaxis, o porque le sobra papel o porque le da la gana, alejado del predicado.
-!No sea estúpido!… no use epítetos en sus escritos.
-Si sus escritos carecen de valor por contener contradicciones, pueden resultar de gran merito.
-Use correctamente (siempre que pueda (por ejemplo en los relatos (especial mente si son cortos))), los paréntesis.
-Escriba siempre con esperanza y con optimismo, aun frente a este mundo podrido que pronto estallará en el último holocausto nuclear.
-No esconda la cabeza como un avestruz; emplee sus cuatro sentidos y ponga oído de lince cuando transcriba algo que escuchó.
-No deje que sus neuronas piramidales, influenciadas por los estímulos del sistema límbico, le dicten tecnicismos.
-¿No le parece? ¿No es lo correcto? ¿No resulta mejor dejar de lado los interrogantes?
-No se muestre dudoso en ninguna materia; aunque quizás la inseguridad sea signo de sabiduría… o de incapacidad… yo no sé.
-Yo siempre lo digo, yo lo aconsejo y yo lo practico en todo lo que escribo: evítese en los posible la primera persona.

Cómo me convertí en un estúpido

Cómo me convertí en un estúpido

Hace cosa de dos años y medio leí la novela ‘Cómo me convertí en un estúpido’ de Martin Page. La escuché comentar en el programa de radio que por aquel entonces conducía Iñaki Gabilondo y al cabo de poco me la compré. Realmente su lectura es deliciosa y altamente recomendable… en ocasiones me recuerda a La conjura de los necios de John Kennedy Toole, otra de mis favoritas.
Todo esto viene a colación porque compruebo gratamente que la novela de Page se está convirtiendo en un clásico dentro del mundillo nerd… ya viene referenciada en interesantes bitácoras como Curioso pero inútil.
Os dejo con un pasaje de la novela para vuestro disfrute personal.

Caminaron por las pequeñas avenidas del parque, por los céspedes, contemplando los árboles y los pájaros. La temperatura era suave, el aire tenía una tonalidad clara y casi rutilante. Nunca había habido un mes de septiembre tan agradable. Septiembre ignoraba ingenuamente el otoño que estaba al caer, se mantenía arrogante, invulnerable, quemaba las últimas fuerzas del verano como si fuesen infinitas.
-Ah -dijo la muchacha espontáneamente-, me llamo Clémence.
-Mucho gusto -contestó Antoine con tono jovial-. Yo me llamo Antoine.
-Encantada de conocerte -contestó ella estrechándole la mano; luego, tras unos segundos de silencio, prosiguió-: ahora, Antoine, enlacemos con el momento en que me decías que yo era fantástica.
-Decía que eras severa.
-Eres muy injusto. ¿Tú no juzgas a nadie?
-Lo intento, pero es difícil.
-Mi teoría es que se puede comprender y juzgar.
Juzgamos sólo para defendernos, porque ¿quién intenta comprendemos? ¿Quién comprende a los que intentan comprender?
-Decía Lacenaire que los únicos que pueden juzgar son los condenados:
-Vale, pues entonces somos los condenados -dijo Clémence abriendo los brazos-. Toda la vida he estado condenada, desde niña me han juzgado pronunciando sentencias silenciosas. Es bonito lo que digo, ¿no?
-¿Por ejemplo?
-Por ejemplo, todo. Toda la sociedad es un juicio contra mi. El trabajo, los estudios, la música moderna, el dinero, la política, el deporte, la televisión, las modelos, los periódicos, los coches. Ese es un buen ejemplo, los coches. No puedo ir en bicicleta, caminar por donde me da la gana, disfrutar de la ciudad: los coches condenan mi libertad. Apestan, son peligrosos…
-Estoy de acuerdo. Los coches son una calamidad.
Compraron un palo de algodón. Mordisqueándolo, arrancándole volutas rosa, lo devoraron rápidamente, pringándose los dedos y los labios.
-Otra cosa -dijo Clémence-. En mi opinión, bueno, aparte de todo el asunto de las clases sociales, la gran división del mundo se produce entre quienes iban a los guateques y quienes no iban. Y esa división de la humanidad, que viene del colegio, se mantiene ya toda la vida, aunque sea de otras maneras.
-A mí no me invitaban a los guateques.
-A mí tampoco. Les daba miedo, porque yo decía lo que pensaba, y tenía bastante mala opinión de mis compañeros. Odiaba a casi todo el mundo. Era estupendo. En cambio, ahora, como se han dado cuenta de lo fantásticos que somos, les gustaría invitarnos a las fiestas de adultos, y fingir que no ha pasado nada, como si todo estuviera olvidado. Pero no, no iremos.
-O, si vamos, sólo para tomar pastelitos y botellas de Orangina.
-Y aporrearle la cabeza a toda esa gente con bates de béisbol -dijo Clémence remedando el gesto.
-Y los remataremos con palos de golf, que queda más elegante.
-¡Eso, con clase, con estilo!
Y así hablando, hablando, abandonaron el parque. Caminaban muy juntos, Clémence brincaba, cogía flores y perseguía a los pájaros dando palmas. Tenía más o menos la edad de Antoine; a ratos estaba muy seria y, al poco, se la veía distendida y desenfadada. Su personalidad se hallaba en constante cambio. Con aire cándido, exclamó abriendo los brazos:
-A ver por qué no vamos a poder criticar ni opinar que la gente es gilipollas o retrasada mental, so pretexto de que estamos amargados y de que nos dan envidia… Todo el mundo se comporta como si fuésemos todos iguales, como si fuésemos todos ricos, educados, poderosos, blancos, jóvenes, guapos, varoniles, felices, como si todos tuviésemos buena salud, cochazos… Pero no es así. Así que tengo derecho a chillar, a estar de mal humor, a no sonreír todo el tiempo como una tonta, a opinar cuando veo cosas anormales e injustas, e incluso a insultar a cierta gente. Es mi derecho a rabiar.
-Ya, pero.. todo eso cansa. Quizá hay cosas mejores que hacer, ¿no?
-Tienes razón -concedió Clémence-. Es una idiotez derrochar energías con cosas que no merecen la pena. Más vale reservar fuerzas para divertirse.
-Y pasearse por la orilla.
-Pasearse por la orilla. Eso es de una canción, ¿no?
Clémence se puso a cantar una vaga melodía. Caminaban por la calle entre la multitud de trabajadores y parados, de estudiantes, ancianos y niños. Las tiendas, las panaderías, los bancos no eran suficientes para vaciar las calles de esos abigarrados corpúsculos que son los seres humanos en el aparato circulatorio de la ciudad. Pasó un coche delante de ellos tocando la bocina. Se detuvo diez metros más allá en un semáforo. Clémence cogió a Antoine del brazo.
-Cierra los ojos -le pidió-. Tengo una sorpresa para ti.
Antoine cerró los ojos. Un viento ligero y cálido alborotó los cabellos de los dos jóvenes. Clémence guió a Antoine tirándole del brazo; lo condujo hasta el centro de la calle. A unos cien metros, se acercaba un coche negro hacia ellos.
-Bueno, ya puedes abrir las ojos.
-Viene un coche, Clémence -observó tranquilamente Antoine.
-Me has prometido que confiarías en mí.
-No, yo no te he prometido nada.
-Ah, se me ha olvidado pedírtelo. Bueno, pues confía en mí, ¿vale?
-Clémence, el coche…
-Jura que confías en mí y deja ya de lloriquear, pedazo de gallina. No tienes que moverte, es muy importante. Júralo.
-Está bien, te lo juro. No me moveré, no… me moveré.
El coche estaba ya a sólo unos treinta metros y tocaba desaforadamente la bocina para que tos dos jóvenes se apartasen. Antoine y Clémence seguían sin moverse. Algunos transeúntes se habían parado a mirarlos. En el penúltimo instante, Clémence tiró a Antoine del brazo y cayeron en la acera. El coche negro pasó gruñendo avieso y enseñando los dientes.
-Te he salvado la vida -dijo Clémence-. ¡Soy tu heroína! -Se incorporó y ayudó a Antoine a incorporarse-. Eso quiere decir que estamos unidos para toda la vida. A partir de ahora somos responsables el uno del otro. Como los chinos.
-Creo que por hoy he tenido suficientes emociones.
-¿O sea que sólo puedes soportar un número limitado de emociones?
-Exacto, si no, para mí es una sobredosis. No me digas que las sobredosis de emociones son geniales, porque yo no estoy acostumbrado.
Hambrientos por una vida tan azarosa, Clémence y Antoine decidieron ir a comer al Gudmundsdottir con As, Rodolphe, Ganja, Charlotte y la amiga de ésta. Pero, como quedaban unas horas antes del mediodía, decidieron jugar a fantasmas. Clémence le explicó a Antoine en qué consistía el juego: tenían que comportarse como fantasmas, examinar detalladamente a la gente sentada en las terrazas, pasearse por las calles y las tiendas bulliciosas, ulular, callejear aprovechando su invisibilidad, comportarse como si hubiesen desaparecido a los ojos del resto del mundo. Agitando sus cadenas y alzando los brazos de modo terrorífico, Clémence y Antoine comenzaron a aparecerse por la ciudad.

Stanislaw Lem

Stanislaw Lem

Stanislaw Lem es uno de los escritores de ciencia ficción más imaginativos que conozco. De origen polaco es conocido por su sátira, sentido del humor e irreverentes consideraciones de la sociedad.
Nació en 1921 en la entonces ciudad polaca de Lvov (actualmente de Ucrania). En 1944 se traslada a Cracovia, donde vive desde entonces. Estudia psicología a la vez que escribe relatos para un semanario católico. Se interesa por cuestiones de matemáticas, y es miembro fundador de la Sociedad Polaca de Astronáutica. Desde 1973 enseña literatura polaca en la Universidad de Cracovia. Desafortunadamente el 27 de marzo de 2006 se apagó la vida del más insigne artífice de la ciencia-ficción.

Mis novelas favoritas

Solaris es considerada su obra más importante y conocida. Llevada al cine por el director ruso Andrie Tarkovksy.

Diarios de las estrellas. Viajes / Viajes y memorias. Serie de relatos donde se narra los viajes del cosmonauta Ijon Tichy. Explorador de los más extraños y fascinantes rincones del espacio no encuentra otra cosa que nuestros fantasmas y obsesiones, nuestros absurdos cotidianos distorsionados por insólitas perspectivas espacio-temporales, no es de extrañar, pues, que su omnipresente humor provoque más desazón que risa.

Ciberíada. A través de un conjunto de fábulas Stanislaw Lem nos propone, con su consabido corrosivo humor, explorar el futuro de la sociedad tecnológica. Para ello se sirve del robot, símbolo donde polariza un doble temor: el robot es un «hombre mecánico», culminación simbólica de la usurpación por parte de la máquina del lugar del hombre y por otro, el miedo al poder destructivo y avasallador de ciertos logros tecnológicos.

Congreso de futurología. El astronauta Ijon Tichy es hibernado para que pueda asistir al Octavo Congreso Internacional Futurológico que tendrá lugar en Costarricania en el año 2039. En ese futuro la felicidad existe, la muerte y la guerra han desaparecido, pero nunca se sabe, puede cambiar y engendrar otro tipo de realidad.

La investigación. Novela policiaca. La desaparición de cadáveres y la posterior investigación nos conduce a lo inexplicable, lo macabro, lo insólito y a la vez, a una desazonadora reflexión sobre nuestras formas de conocimiento y racionalización.

Retorno de las estrellas. Hal Breg regresa de su viaje interestelar. Debido a consideraciones relativistas, aterriza ahora en un futuro inimaginable. El sentimiento de su soledad se vuelve agobiante.

Un valor imaginario. Brillante e imaginativa antología de críticas de libros inexistentes.

Edén. Tras un accidentado aterrizaje en la superficie del planeta Edén, los seis miembros de la tripulación de una nave espacial consiguen tomar contacto con las criaturas que lo pueblan, sometidas, a su entender, a una tenebrosa tiranía.

Relatos del piloto Pirx. Las aventuras y desventuras de un héroe oscuro dedicado a la navegación estelar, revelan situaciones dominadas por la cibernética y la técnica, una vibración sútil que alcanza la fibra recóndita del individuo y lo hace partícipe solidario de una peripecia vital en que el enfrentamiento a situaciones y comportamientos anómalos, contribuye a decantar la compresión de las limitaciones y posibilidades del hombre.

El Invencible. El hombre todavía no ha alcanzado el centro del Universo, pensamiento que acaricia desde la antigüeda. Conquistar el espacio es su meta, mas no atacar lo que ya ha evolucinado por si mismo.

La fiebre del heno. El protagonista de esta apasionante historia, un ex astronauta que padece la fiebre del heno, se propone investigar el misterioso caso de las muertes de Nápoles. La novela es una seria especulación sobre lo que llamamos, inciertamente, la realidad.