Polvo de las nubes
‘¡Mamá, cae polvo de las nubes!”, dijo la niña al ver nevar’.
~By Zilniya
‘¡Mamá, cae polvo de las nubes!”, dijo la niña al ver nevar’.
~By Zilniya
‘Si quieres construir un barco, no empieces por buscar madera, cortar tablas o distribuir el trabajo. Evoca primero en los hombres y mujeres el anhelo del mar libre y ancho’.
~Antoine de Saint-Exupéry
De los diversos instrumentos del hombre, el más asombroso es, sin duda, el libro. Los demás son extensiones de su cuerpo. El microscopio, el telescopio, son extensiones de su vista; el teléfono es extensión de la voz; luego tenemos el arado y la espada, extensiones de su brazo. Pero el libro es otra cosa: el libro es una extensión de la memoria y la imaginación.
– J. L. Borges
Tocaron a su puerta. Llovía y había estado contemplando el paisaje de gotas sobre le vidrio de la ventana. La vecina de enfrente bajaba la persiana intimidada por sus ojos al otro lado de la calle. Apagó el cigarrillo y se acercó a la puerta preguntando quien es. No contestaron, pero insistieron con los golpes. Él abrió. Eran tres, avanzaron casi llevándolo por delante, cerraron la puerta y lo rodearon mientras se miraban asintiendo con un gesto.
– ¿Qué quieren?- No estaba asustado, pero la inquietud le arrebató la pregunta con un tono agresivo.
Dos de ellos se acomodaron en el sillón, el living era pequeño y poco iluminado. El tercero se mantenía de pie a su lado, sonrió levemente y contestó:
– Hemos venido a traerle el Universo.
Él los miró y soltó una carcajada. Ellos no hicieron caso y le explicaron que el portador anterior había muerto y él había sido elegido. No contestaron ninguna de sus preguntas y se retiraron sin más.
Seguía lloviendo, encendió un cigarrillo y volvió a la ventana. La vecina de enfrente se desnudaba sensualmente mirándolo a los ojos y con un gesto que lo invitaba a cruzar la calle.
Dice Lao Tse: Sólo puedo dar nombre a aquello cuya esencia desconozco.
El novicio, confuso, pregunta a su maestro qué significa esa frase.
-¿Conoces el rosal que crece junto a la puerta del monasterio?
-Sí, maestro.
-¿Recuerdas su aroma en las tardes de verano?
-Claro que sí, maestro.
-Y dime ¿cómo es?
Una mujer cualquiera, incluso una cualquiera
cuando abandona la posición vertical
e imita la de las aguas tranquilas,
hace girar a la tierra 90 grados.
El valor de un ángulo recto.
Esto es, cambia todas las perspectivas.
– Francisco Ayala. Cazador en el alba
Enséñame el nombre de las cosas.
Explícame por qué crecen las plantas, por qué se hunden sus raíces. Dime qué color es cada color, uno a uno. Por qué brillan el sol y la luna. Cuéntame de dónde vienen las palabras, cuéntame a dónde van las palabras, dime una a una todas las palabras que sepas. Con deleite me sentaré a escucharte…
Dime por qué todo es pasajero y prematuro.
No será ese tu problema, no serán esos tus fantasmas, no tendrás travesías en el desierto ni espejismos a pie de ruina; no vendrás de ninguna parte ni tendrás que ir a otra, porque habrás encontrado un camino hecho para tus pies y adaptado a tu forma de cansarte, con los compañeros de viaje que elijas y un destino todo lo indefinido que tú quieras. No tendrás que elegir nada.
Nasrudin vio a un hombre desconsoladamente sentado a un costado del camino y le preguntó qué le preocupaba.
-No encuentro interés en la vida, hermano -dijo el hombre-. Mi capital es suficiente como para no tener que trabajar y este viaje lo hago en busca de algo que dé interés a la vida que llevo. Pero, hasta hoy, no lo he hallado.
Sin hablar, Nasrudin tomó la mochila del viajero y salió corriendo como una liebre. El conocimiento que tenía del lugar hizo que tomará ventaja.
La carretera tenía una curva; Narudin cortó distancia a través de varias vueltas y pronto estuvo otra vez en el camino, en el lugar de donde antes había partido. Puso la mochila a un lado del camino, se escondió y esperó a que el otro la recogiera.
El infeliz viajero pronto apareció en las vueltas del sendero, más desconsolado que nunca por la pérdida. Cuando vio su mochila allí, corrió hacia ella gritando de alegría.
-Esta puede ser una forma de conseguir felicidad -dijo Nasrudin.
Julián caminaba. Llovía. Hacía viento. Su rostro no podía decirse que fuese igual al del resto de la gente con la que se cruzaba por la acera. No era más feo que cualquiera, ni tampoco más guapo. Era de esos rostros que pasan desapercibidos. Rostro de gente con la que te puedes cruzar todo el día por la calle y pensar que es la primera vez que lo ves. y pensar que nunca le has visto, ni tan siquiera pensar en ese rostro, ni tan siquiera reparar en el.
Julián es feliz.
Beatriz volaba. Bajo el sol. Sobre las nubes. Su rostro vibraba ante la quietud del rostro del resto de la gente que puede volar y vuela por el cielo. No era más guapa que cualquiera, ni tampoco más fea. Era de esos rostros que te hacen dar la vuelta cuando se cruzan frente a ti, haciéndote preguntar -«¿por que me he dado la vuelta?, ¿que ha sido lo que he visto?». Te hacen temblar cuando los ves pasar por segunda vez mientras piensas que esta vez descubrirás el secreto de su belleza oculta y manifiesta.
Beatriz es feliz.
Beatriz conoció a Julián y le enseñó a volar, y tanto le amaba que quiso hacerse como el, hacerse un caminante. Julián conoció a Beatriz y le enseñó a caminar, y tanto la amaba que quiso hacerse como ella, una voladora. Vivieron en un nido, luego en una cabaña, y después cada uno en su hogar. Separados, lejos. Y nunca volvieron a compartir nada mas. Como en todas las historias de juegos de amar.
Julián ahora solo sabe volar, pero no se atreve porque el hacerlo le recuerda a Beatriz. Beatriz ahora camina, pero no se atreve porque el hacerlo le recuerda a Julián.
Por eso permanecen quietos, a la espera de conocer a alguien que les enseñe a moverse y que quiera aprender a estar quieto.