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Categoría: Pensamientos

Noche de Reyes

Noche de Reyes

Ni la mejor película del mago del suspense concibió argumento de más tensión que la espera producida por los Reyes Magos y su aparición la noche del 5 de Enero.
Todo comenzaba con la escritura de la famosa carta de pedida. De niño, en mi ritual de cada año, recorría las calles de mi pueblo con verdugo y bufanda en busca de las tiendas de juguetes. El barato, Gertrudis, Garuz,… todos los juguetes expuestos y multitud de niños con sus mejores sonrisas y mocos colgando pegados al escaparate: ¡ése me lo pido! ¡y yo!, ¡mira, el Fuerte Comansi!, ¡el Exin Castillos!… Cinexín, los colorines, el tren Payá, la Nancy y sus vestidos, las pistolas de fulminantes, Los juegos reunidos Geiper,… ¡la biiiciii de Orbea especial para la carretera, la bici BH especial para los baches!, el balón, el camión con volquete,… ojos como platos y en la mente una pregunta ¿habré sido lo suficientemente bueno para merecerme los regalos que voy a pedir?.
Entraba en la tienda con un poco de miedo y pedía la carta para los reyes. El dependiente un poco aburrido de tanto niño te las daba contadas, por lo que necesitabas completar el número en otra tienda.
¡Qué cartas!, ¡qué olor del papel!, en cabecera un bonito dibujo de los Reyes Magos con fondo azul y estrella amarilla, por debajo y en papel de una raya o dos, la presentación.
A SS. MM. OO. Los Reyes Magos:
Con la excitación del momento y el pequeño lápiz comido en su extremo comenzaba la escritura de la carta con estas palabras… Queridos Reyes Magos me llamo RicarditoB y tengo 8 añitos. Este año he sido bueno y por eso pido la bici, los patines, un balón y el fuerte. Adiós.
Una Firma inmensa para rellenar la hoja que quedaba casi en blanco y Santas Pascuas.
¡Ya terminé!, mi hermana miraba extrañada, ¿qué?, te acordaste de la oca o del futbolín,…, ¡es verdad!, ¡goma, goma!, no tengo pero borra con la miga de pan, siempre quedaba la marca pero…, cerrar la carta pegarla con engrudo, mezcla de agua y harina y a llevarla al día siguiente al buzón, habilitado en la misma tienda donde cogías el papel. ¡Cuántas ilusiones en ese buzón!, esperanzas que casi nunca se transformaban en realidades salvo para unos pocos privilegiados. Y a esperar.
La tensión se acrecentaba a medida que se acercaba el momento culminante.
El día cinco por la tarde bajábamos a ver la cabalgata y la gran mentira tomaba cuerpo en las figuras de esos tres señores de guardarropía que se paseaban por las calles del pueblo en sus tronos de oropel, con sus pajes, en esa época sin el edulcorado Papá Noel, lanzando caramelos e ilusiones. Vaya negro Baltasar con negro de corcho de vino quemado, Melchor y sus barbas de algodón y su corona de papel cartón y Gaspar siempre digno pues era el único que podía permitirse el lujo de llevar barba natural o postizo creíble. Pero siempre el que más entusiasmo provocaba era el negro Baltasar, nunca supe por qué, pero a su paso el griterío era ensordecedor, todos los niños con sus vocecitas agudas pidiendo a gritos sus juguetes, con alguna que otra riña pues eso me lo pedí yo primero, etc.
Lo padres con sus hijos, seis, cuatro,… para casa a cenar y a dormir pronto que el que no se acueste y se porte como es debido no le traerán lo que pidió. ¡Pero si nunca nos trajeron lo que pedimos nos comportáramos como nos comportáramos!.
Cena rápida y ponemos el agua para los camellos, la copita de anís para los Reyes y los famosos zapatos, inmaculados, pulcros, a la cama, apaga la luz y… luego comenzaba la noche más larga. Hablar y hablar, nervios en el estómago, un ojo abierto y otro cerrado. Mi padre sale en sigilo de casa adonde tiene escondidos los juguetes y los trae con el mismo sigilo, ruidos, ¡ya vienen!, ¡chus, chus! Silencio. A oscuras salimos a vigilar el pasillo, andamos sin ruido imaginando las puertas, ¡aja! el comedor, abrimos el manillar de la puerta y ¡Ñiiiaaaaaccc!, ruido de la puerta, mi madre ¡Niños, volved a la cama!, ¡cómo me levante!, corre que te corre a la cama. Media hora más tarde nueva incursión, nuevo ruido, carreras, mi madre en el pasillo zapatilla en ristre, esquivar, a la cama.
A las cinco, seis, siete de la mañana mi madre y casi todas las madres de España, ya cansadas de retener inútilmente la ilusión dicen las palabras mágicas, venga levantaros podéis ir a ver los juguetes y…, carreras, empujones, regalos que se abren, mira lo que le había pedido una pistola, (qué rápido cambia la memoria), el coche, el coche, la muñeca, (de Nancy nada), durante unas horas jugamos cada uno con lo nuestro, recelosos, para poco a poco comenzar a mezclarlo todo, la pistola sirve para matar al muñeco, el coche monta la muñeca, jugamos al balón con el coche y la muñeca de postes, etc.
Y para el año que viene… Según nos portemos…

Lugares efímeros

Lugares efímeros

Mi imaginación sobrevuela aquellos lugares remotos que han quedado archivados en el cajón de mi memoria. No, no estoy melancólico… simplemente quiero comentarte una curiosidad que me ocurre cuando estoy fuera de mi entorno habitual, ya bien sea en algún país extranjero, o bien en algún lugar hasta entonces desconocido para mí. Se trata de un sentimiento existencialista que embota mis sentidos absorbiendo todo lo que hay a mi alrededor. Es ocasional, y puede ocurrir incluso en la habitación del hotel. Es un momento tan especial el saberse que uno está ahí y no en otro lugar, y darse cuenta de que ese momento o lugar es tan efímero que desaparecerá para siempre en breves días con motivo de la partida. Un ser perdido en la piel del mundo que deja atrás un espacio al que ya se había acostumbrado para penetrar en uno nuevo del que apenas sabes varias cosas algo insustanciales. Estás suspendido en la nada y toda tu relación con aquel lugar es debido al transcurrir de tu propio destino. A partir de ahora les llamaré lugares efímeros… A mí me gusta quedarme un buen rato con ese sentimiento. Es como una especie de punto de inflexión, en tu peregrinaje, un alto en el camino de la vida, una página que se cierra y otra que se abre, una certeza y un enigma, dejar de ser para comenzar a ser otra cosa.
Partir es morir un poco, pero quedarse es morir del todo. Quedarse siempre en casa, no gozar de ir hacia lo desconocido, es una forma de desperdiciar parte de la vida. Y eso sucede porque, al irse, al perder la referencia del mundo de la costumbre que rodea tu vida cotidiana, al tirar por la borda los hábitos que dan seguridad a tu existencia, uno tiene que enfrentarse, en buena medida, a todo cuanto no sabe de sí mismo. Abandonas tu rutina, te vas, ves otros paisajes, escuchas otras voces, hueles otros aromas…, y aprendes. Y cambias inevitablemente tu punto de vista, tus ideas, dejando unas cuantas ideas preconcebidas en los basureros del camino. Por eso a mí me acomete la idea de que, a la vuelta, no sé muy bien quién soy. Y lo bueno del caso es que esa sensación no produce angustia ni vértigo, sino que es, en cierta forma, una borrachera de espíritu: sentirse flotando en el vacío, con todo por hacer, con la posibilidad casi de construir tu propia biografía. La libertad suprema, en definitiva.
Y entonces te acomete una nueva necesidad: querer irte otra vez, y cuanto antes, para dejar de ser lo que has sido de nuevo al regresar, y convertirte en esa persona humilde y mareada que busca sensaciones inéditas para su alma.

Carta del jefe Seattle

Carta del jefe Seattle

Quería desearos el tradicional próspero porom pompero, pero me he inclinado por enviar una de las más bellas cartas que he leído jamás. Un canto a la tierra, a la vida, que bien merece una oportunidad con esta humanidad, guarrota donde las haya.

Feliz 2004…

El Jefe Seattle, Jefe de los Indios Suquamish escribió al Gobierno Americano en 1800.

CARTA DEL JEFE SEATTLE

«El Presidente en Washington envía palabras de deseo de comprar nuestra tierra. ¿Pero como puedes comprar o vender el cielo? ¿La tierra? La idea es extraña para nosotros. ¿Si nosotros no poseemos la frescura del aire y el centelleo del agua, ¿cómo podemos comprarlo?

Cada parte de la tierra es sagrada para mi gente. Cada aguja brillante del pino, cada orilla arenosa, cada neblina en el bosque oscuro, cada prado, cada insecto canturreante. Todo es santo en la memoria y experiencia de mi gente.

Nosotros también conocemos la savia que fluye a través de los árboles como conocemos la sangre que fluye a través de nuestras venas. Nosotros formamos parte de la tierra y ella es parte de nosotros. Las perfumadas flores son nuestras hermanas. El oso, el ciervo, el gran águila, son nuestros hermanos. Las crestas rocosas, el rocío en la pradera, el cuerpo caliente del pony, y el hombre todos pertenecen a la misma familia.

El agua brillante que se mueve en las corrientes y ríos no es solamente agua, sino la sangre de nuestros antepasados. Si nosotros le vendemos nuestra tierra, usted debe recordar que es sagrada. Cada lustroso reflejo en las aguas claras de los lagos cuentan los hechos y memorias en la vida de mi gente. El murmullo del agua es la voz del padre de mi padre.

Los ríos son nuestros hermanos. Ellos apagan nuestra sed. Ellos transportan nuestras canoas y alimentan a nuestros niños. Por lo tanto usted debe dar a los ríos la bondad que daría a cualquier hermano.

Si les vendemos nuestra tierra, recordé que el aire es precioso para nosotros, que el aire comparte su espíritu con toda la vida que apoya. El viento que les dio a nuestros abuelos su primer aliento también recibió su último suspiro. El viento también da el espíritu de la vida a nuestros niños. Por lo tanto, si le vendemos nuestra tierra, usted debe mantenerla apartada y sagrada, como un lugar donde el hombre pueda ir para saborear el viento que es endulzado por las flores del prado.

¿Enseñará a sus niños lo qué nosotros hemos enseñado a los nuestros? ¿Que la tierra es nuestra madre? Lo que acontece a la tierra acontece a todos los hijos de la tierra.

Esto sabemos: La tierra no pertenece al hombre, el hombre pertenece a la tierra. Todas las cosas están unidas como la sangre que nos une. El hombre no teje la telaraña de la vida, él es meramente un hilo en ella. Cualquier cosa que él haga a la telaraña, se la hace a él mismo.

Una cosa sabemos: Nuestro Dios es también su Dios. La tierra es preciosa para él y herir la tierra es despreciar a su creador.

Su destino es un misterio para nosotros. ¿Qué pasará cuando todos los búfalos sean masacrados? ¿Los caballos salvajes domados? ¿Qué pasará cuando las esquinas secretas del bosque sean pisadas con el andar de muchos hombres y la vista de las colinas emborronada con alambres que hablan? ¿Dónde estará la maleza ¡Se fue! ¿Dónde estará el águila? ¡Se fue! ¿Y qué es despedirse del veloz pony y luego de la caza? El fin de la vida y el comienzo de la supervivencia.

Cuando el último hombre rojo haya desaparecido en este desierto, y su memoria sea solamente la sombra de una nube móvil a través la pradera, ¿Estarán esta tierra y bosques todavía aquí? ¿Permanecerá el espíritu de mi gente?

Nosotros amamos esta tierra como un recién nacido ama los latidos de su madre. Por lo tanto, si nosotros le vendemos nuestra tierra, ámela como nosotros la hemos amado. Cuídela como nosotros la hemos cuidado. Tenga en su mente el recuerdo de la tierra como es cuando usted la recibe. Preserve la tierra para todos los niños, y ámela, como Dios nos ama.

Así como nosotros formamos parte de la tierra, usted es parte de ella también. Esta tierra es preciosa para nosotros. Es también preciosa para usted.

Una cosa conocemos: Hay solamente un Dios. Ningún hombre, sea hombre Rojo u hombre Blanco, puede estar separado. Después de todo somos hermanos.»

Mucho por nada

Mucho por nada

Amasa barro para hacer una vasija. Luego adapta la nada que queda dentro de ella a tu propósito, y tendrás el uso de la vasija. Haz una habitación -un cubo hueco con puertas y ventanas-. Adapta el vacío que queda dentro para tus fines, y tendrás el fin de la habitación. Así, lo que hacemos es Algo, pero es en virtud de Nada que podemos usarlo para un fin útil.

Me gustan los trenes

Me gustan los trenes

Cuando era pequeño quería ser maquinista de locomotoras y así se lo ha hacía saber a mis amiguitos, mis padres o a cualquiera que se pusiera por delante mío. Recuerdo con nostalgia aquellos días en que mi padre me llevaba agarrado de la mano a la estación de RENFE para ver pasar los trenes. Puede que sea cuestión de la edad, pero con el paso de los años cada vez me gustan más los trenes, lo mismo que los barcos, casi nada los autobuses, los aviones es otro cantar. El ritmo de la marcha del tren, el traqueteo que notas bajo tus pies, tienen mucho de humano: la tierra escapa debajo de tu cuerpo y tú la sientes pasar como una materia dura; pero, al mismo tiempo, vas viéndola correr al otro lado de la ventanilla tan hermosa en los inviernos como en las primaveras. ¡Qué bello es vivir!, reza el título de una película que ganó un Oscar de Hollywood. ¡Y qué bello es vivir la vida desde el asiento de un tren!, podría añadir.
Todos los niños de mi generación jugábamos al tren, pero en las generaciones de hoy en día no he visto a ningún crío jugar a otra cosa que no sea mirar a una pantallita con dibujitos. ¿Y qué decir de los trenes eléctricos que me regalaban alguna vez en la noche de Reyes Magos? Cuando yo era niño, el día anterior al 6 de enero quitaba las figurillas del Belén y dejaba aquellos campos de serrín y montañas de corcho listos para poner el tren.
Ahora cruzas campos yermos y luego junto a trigales rubios, y después bordeando un precipicio, y luego un mar, y más adelante ríos y también las orillas de los mares, y viajas por las caderas de montañas luminosas y ves caer el sol y admiras amaneceres rojos como un campo de batalla, y te ciega la nieve o el sol de los desiertos. Y encima la gente de tu compartimento se enrolla a hablar contigo: descubres vidas, haces amigos que dejarán de serlo en unas horas. Y el viaje, en ese mágico deslizar, se te hace hondo, tremendamente humano, profundamente vivo, y tu corazón se alegra de ser hombre y galopar sobre la Tierra.

Lugares erróneos

Lugares erróneos

Casi todos los lugares erróneos son lugares donde se está, donde alguien se queda o, en el mejor de los casos, tiende a quedarse. Por eso, cuando uno advierte que alguien tiende a quedarse en algún lugar lo primero que debe hacer es recomendarle que se vaya. Esos son los lugares a evitar.
Se puede reconocerlos precisamente por eso, porque uno tiende a quedarse en ellos, ya sea porque su movimiento sólo es circular o pendular, pero en todo caso no progresivo. Y los lugares verdaderos, habitables, son sólo aquellos por los que se transita, no aquellos donde se está. De ahí la gran dificultad que presenta la descripción de los lugares más deseables. Y por eso mientras la topografía es en realidad una patología, la verdadera ciencia a que debemos aspirar es la topología.

Espíritu navideño

Espíritu navideño

Acabamos de colocar los adornos navideños. El nacimiento, con figuritas de porcelana, el adorno de la puerta de Casa. Supongo que ya me he creído que estábamos en Navidad. Todo lleva adornado y encendido un mes, pero la Navidad no llega hasta la lotería 🙂

Sé que a mucha gente estas fiestas les sientan mal, que critican el consumismo, que les deprime, que echan de menos a los que ya no están.
Personalmente, me pregunto si no les echan de menos también en verano, mientras toman el sol en la costa levantina.
Supongo que yo tengo suerte. Me gustan estas fiestas. Me gusta salir a comprar regalos, aunque sean puros caprichitos… pero casi tiene más gracia: comprar cosas chulas y con algún significado, aunque sólo sea un detalle. Me agobia, como todo el mundo, la típica tarde en la que no se puede dar un paso por el centro. Por eso voy temprano… y me encanta volver con cosas que envolver. Y procurar seguir las pequeñas tradiciones familiares.

Para cada uno la Navidad tiene un significado. Eso es indiscutible. En cualquier caso, hoy si que sí…

¿Cómo podría definir tal inquietud?

¿Cómo podría definir tal inquietud?

Cuando viajo y me quedo mirando fijamente el paisaje que hay detrás del cristal, allí todo es algo más que hermoso: los campos rociados por el sol, los árboles de alborotado follaje en primavera, las nubes desdibujadas en un firmamento azul. Es ese mundo donde el amarillo, el verde, el azul cobran sentido y color deja de ser un nombre. Pero a veces, como hoy, la vista se pierde por detrás de tal esplendor. El tiempo pasa pero algo te inquieta. Ya queda menos, pero el tiempo parece escaparse. Es en esos momentos cuando uno siente que a cada segundo se consume más ese sueño profundo que la velocidad arrastra hacia la nada. Esos segundos en los que sabes que estás perdiendo algo que es tuyo, que es tú. ¿Cómo podría definir tal inquietud?

Un día revitalizante

Un día revitalizante

Hace un día precioso por estos lares, claro, fresco, revitalizante. La temperatura es de -3 grado centígrado; algo durillo en esta vieja tierra.

¿Mi apetencia de hoy? Pasar todo el tiempo que pueda bajo una manta… y mejor aun si se tiene ocasión de compartirla con alguien especial 😉

He estado pensando en un famoso koan que dice: ¿Cuál es el sonido de una mano que aplaude? Yo opino que ninguno. Si no hay dos manos no hay aplauso. Es muy simple. Estrellas, galaxias, aplausos. ¿Qué quiere decir? Quiere decir que todos necesitamos a alguien. Seas una constelación o un protón, un yin o un yan, todos relacionados con todos. Como Rometo y Julieta, el pescado y las patatas, Tom y Jerry, Epi y Blas, caballo y vaqueros, Marco Antonio y Cleopatra.

Belum

Belum

En Indonesia existe una palabra de uso común que va retorciéndose como un alambre finamente a la necesidad de la existencia de blancos o de negros.
Tal palabra es ‘belum’ y significa algo así como ‘no mucho todavía’.
Precioso concepto que significa la posibilidad de continuar. ‘¿Hablas chino?’ ‘Belum.’ ‘No mucho todavía.’ ‘¿Tienes algún niño?’ ‘Belum.’ ‘¿Conoces el sentido de la vida?’ ‘Belum.’ Se considera inadecuado y cínico contestar ‘no’ a secas. Este estado de cosas conduce a situaciones graciosísimas. ‘¿Se está quemando el taxi?’ ‘Belum.’ No mucho todavía.
Se trata de una actitud parecida a la que se encuentra en el fondo de aquel viejo chiste de espectáculo de variedades: ‘¿Tocas el violín?’ ‘No sé, no lo he intentado nunca.’ Quizás. Puede ser. Posiblemente. Ni sí ni no, sino dentro del reino de lo posible. En esta larga travesía en autobús por la aventura humana se aceptan los márgenes flexibles.
¿Es éste el mejor de los mundos posibles? Belum.
¿Vamos caminando hacia el fin del mundo? Belum.
¿Viviremos felices eternamente? Belum.
¿Podemos funcionar sin armas de guerra?
No sé, no lo hemos intentado nunca.
¿Es posible creer que seríamos capaces?
Belum. Todavía no.