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Categoría: Pensamientos

Primer recuerdo

Primer recuerdo

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A veces me da por recordar los días de mi infancia. Muchas cosas aparecen en mi memoria como breves fotogramas, momentos fugaces. Supongo que es cierto que muchos días ves, oyes, vives cosas que te gustaría guardar intactas para siempre pero que al cabo del tiempo se olvidan o se recuerdan vagamente.
Yo creo que aunque dejes de escuchar el tono de aquella voz, el color de aquel paisaje o el olor de la casa de tus abuelos, hay sensaciones que siempre quedan. Puede que no sean recuerdos exactos, y puede que creas que ya no los tienes, pero de repente suena una canción en la radio y todo viene a la cabeza o hueles el PVC del balón hinchable de Nivea y todos los veranos con los primos y con todas las anécdotas parece que fueron ayer.
Tiene su lado bueno. También las cosas horribles se recuerdan con menos intensidad y se van de la cabeza al cabo del tiempo.
¿Cuál es el primer recuerdo que tienes? Es decir, ¿qué es lo primero que recuerdas de tu vida? ¿qué es lo primero que no has olvidado?…
Yo recuerdo muchas cosas de cuando era pequeño y gracias a mi madre he logrado saber cual de todos esos recuerdos ocurrió primero… aún no había cumplido 2 años… era en cuna… sólo recuerdo una cuna que era toda de metal y cuyo colchón tenía dibujado dibujitos de críos jugando con la pelota… también recuerdo la boda de mi tía y el pantaloncito marrón que no me gustaba nada… 🙂 En fin… como divagación del día ya está bien.

Crepúsculo

Crepúsculo

El otro día, gracias a que los días se acortan hasta el solsticio de invierno, tuve la oportunidad de realizar, al atardecer, un trayecto que habitualmente recorro de día o de noche. Es curioso como puede cambiar un paisaje dependiendo de donde le dé la luz.
Aparecen rincones que antes parecían no estar ahí, nuevos lugares adquieren el protagonismo, y otros lugares muy evidentes (o emblemáticos, como dicen los que gustan de poner etiquetas a las cosas) pasan a segundo plano o incluso se desvanecen.
Haz la prueba. Sitios que por los que discurres al mediodía o al amanecer, contémplalos en otro momento del día. Puede ser que los descubras de nuevo.
A mí me encanta el atardecer cuando el cielo está cubierto. La luz es tenue, gris, pero suficiente. Los colores se apagan y todo parece tener mayor contraste, como en una película en blanco y negro. Todo parece menos real y más parecido a la imaginación.
¿Nunca te has encontrado a última hora de la tarde, con el cielo totalmente encapotado excepto por una brecha hacia el oeste por el que se filtra el sol? Un sol rojo, enorme, pero que no hace daño al mirarlo. Todo está iluminado por una luz ambarina, con un fondo de nubes gris plomo. Una combinación de colores extraña e inquietante, pero maravillosa.
Un conocido mexicano me dijo: ‘Cuando llegué a España, lo que más me sorprendió fue el crepúsculo. En México amanece y anochece siempre a la misma hora y de improviso. Está en la calle y… ¡blaf! Ya es de noche. En cambio aquí, en primavera y otoño, es distinto. Tienes un rato misterioso en que no es ni de día ni de noche. Al principio no sabia que hacer. Era desconcertante.’
¿Por qué cada momento del día tiene asociado un estado de ánimo? El amanecer sugiere el nuevo comienzo, la segunda oportunidad después del fracaso. El mediodía es la vitalidad y la alegría. El atardecer es la tristeza. El crepúsculo es la melancolía, y la noche simboliza la pérdida.
Le dije que no estaba de acuerdo con esa teoría.
A mí dame el crepúsculo con su confusión y su misterio. 😉

Bonito día para escalar montañas

Bonito día para escalar montañas

«-Bonito día para escalar la montaña, Baedecker.
-Muy bonito día. Aunque no sé si llegaré a la cima.
El indio se encogió de hombros.
-Hace mucho que vivo aquí y jamás he estado en la cima. No siempre es necesario.»

Este párrafo de ‘Fases de gravedad’ de Dan Simmons me ha ayudado a recordar que cuando te marcas una meta no siempre es necesario ni bueno conseguirla… a veces, el tener la mirada fija en algo que en un principio considerabas importante hace que te olvides, o no repares, en la existencia de lo que de bueno tiene nuestro día a día.
Esas pequeñas cosas que nos ocurren y nos rodean a cada momento y que no les damos importancia: el sonido del viento meciendo las hojas de ese árbol que siempre ves cuando vas hacia el trabajo, el ver ponerse la luna sobre un cielo azul turquesa mientras esperas en la parada del autobús, la elegancia del vuelo de los cada vez más escasos pájaros mientras caminas por las calles de la ciudad, …

«Cuando sea mayor, quiero ser: feliz…» 😀

Humo

Humo

Nunca te has preguntado cuál es el misterioso mecanismo que hace funcionar a las cosas, que las anima, que las dota de vida. Más aún, nunca te has preguntado por qué una máquina mostraba cabezonería o reluctancia a funcionar, o por qué lo hacía caprichosamente, o por qué te ignoraba, o por qué parecía que actuaba por su cuenta.
Bien, vale, me da igual que nunca lo hayas hecho, era una pregunta retórica. Lo que tenias que responder era «Sí, ciertamente, me lo pregunto a menudo. De hecho es una de las grandes cuestiones de mi vida y no quiero abandonarla sin al menos haber atisbado un ápice de la solución a tamaña cuestión metafísica. Por favor, Oh fuente infinita de sabiduría, sacia mi sed de conocimiento, ilumíname con la claridad de tus brillantes explicaciones, …»
Hay una razón muy sencilla para ese comportamiento de las máquinas: Los aparatos eléctricos y mecánicos, como todos los demás seres animados, tienen alma. Sí, sí, como lo lees. Se enfadan, se alegran, se cansan… Porque tienen alma.
Pero, te preguntarás también con tu infinita curiosidad, como unos objetos hechos por el hombre, que a fin de cuentas sólo trata con materia material, valga la redundancia, puedan tener alma.
Te lo diré: Cuando se construye un aparato se encierra en su interior una cierta cantidad de un fluido especial: Este fluido permanece dentro de la máquina y es lo que la hace funcionar, la anima, le da vida. Es el espíritu de la máquina (Deux Ex Machina). Si tal fluido se escapa, la máquina pierde su alma y deja de funcionar, se detiene… Muere.
Este fluido es ‘El Humo’. Los dispositivos mecánicos, como los automóviles, las grúas, etcétera, lo van expulsando por el escape según van envejeciendo y consumiéndose. Cuando alguna de las partes de un aparato electrónico es sometida a un sufrimiento extremo deja que su ‘Humo’ se eleve hacia lo alto, en forma de nubecilla gris, antes de detenerse.
Si alguien te cuenta que hay una explicación lógica y racional de por qué funcionan las máquinas, no le escuches. Es un materialista y no ve la auténtica profundidad de las cosas. Lo que hace funcionar las máquinas es el humo. Cuando el humo se escapa, la máquina muere.
Así pues, la próxima vez que veas que tras un chispazo una máquina deja de funcionar y expulsa un poco de humo, ya sabrás lo que en realidad está ocurriendo.