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Categoría: Viajes y lugares

Vagar por el mundo

Vagar por el mundo

Cuando viajas literariamente recorres tres veces, al menos, el camino: al idearlo, al pisarlo y al escribir de regreso. Sin duda es la forma más rentable de viajar. Y la más honda, porque escuchas y ves con oídos y ojos más atentos. Recuerdo aquello que decía Don Quijote: ‘¿Acaso es tiempo mal gastado el que se emplea en vagar por el mundo?’

Javier Reverte.

Espíritu viajero

Espíritu viajero

No conozco mejor poema que el de Kavafis para representar lo que significa el espíritu del viajero… Tened siempre presente que ‘No importa el destino, importa el camino’.

Si vas a emprender el viaje hacia Itaca
pide que tu camino sea largo,
rico en experiencias, en conocimiento.
A Lestrigones y a Cíclopes
o al airado Poseidón nunca temas,
no hallarás tales seres en tu ruta
si alto es tu pensamiento y limpia
la emoción de tu espíritu y tu cuerpo.
A Lestrigones ni a Cíclopes
ni al fiero Poseidón hallarás nunca,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no es tu alma quien ante ti los pone.

Pide que tu camino sea largo.
Que numerosas sean las mañanas de verano
en que con placer, felizmente
arribes a bahías nunca vistas;
detente en los emporios de Fenicia
y adquiere hermosas mercancías,
madreperla y coral, ámbar y ébano,
aromas deliciosos y diversos,
cuanto puedas invierte en voluptuosos y delicados perfumes;
visita muchas ciudades de Egipto
y con avidez aprende de sus sabios.
Ten siempre en la memoria a Itaca.
Llegar allí es tu meta.
Mas no apresures el viaje.
Mejor que se extienda largos años
y en tu vejez arribes a la isla
con cuanto hayas ganado en el camino,
sin esperar que Itaca te enriquezca.

Itaca te regaló un hermoso viaje,
sin ella el camino no hubieras emprendido,
mas ninguna otra cosa puede darte.
Aunque pobre la encuentres, Itaca no te engañó.
Rico en saber y en vida como has vuelto,
comprendes ya qué significan las Itacas.

Konstantino Kavafis.

Un griego nunca es viejo

Un griego nunca es viejo

 

Siempre he tenido la duda de saber si he nacido en la época correcta… Me explico, uno puede pensar que vive en al época más moderna o en época con las ideas más avanzadas. Quien piense eso es un crédulo. No hubo época más moderna que París 1926… Y no hubo época más mágica que la comprendida entre 490 AC y 400 AC en Atenas… Creo que es esa precisamente la época y el lugar donde me hubiera gustado nacer. Como dijo Javier Reverte: Fue aquella una edad en que el hombre pareció atrapar el sentido de la vida, hacer suya la propia existencia, en comunión con la Naturaleza y con el Tiempo, y en paz con los dioses hasta donde ello era posible. Fue un momento fugaz en la historia humana y tal vez irrepetible. Y ese instante luminoso se produjo merced a una civilización que jamás, salvo en los días de Alejandro, se constituyó como un único Estado, pero que alentó su conciencia de nación en su espíritu de unidad cultural. El milagro griego se produjo porque aquellos hombres nunca se sintieron hermanados por los lazos de la sangre, sino por la religión, los juegos deportivos, la poesía, el arte y el pensamiento. Vinculados por el corazón y la razón, su verdadera patria no fue otra que el alma y la razón. Y nos dejaron huérfanos al irse. Para ellos, en los momentos más elevados de su civilización, ser y parecer fueron la misma cosa.
Imaginativos, soñadores, audaces, curiosos y llenos de coraje, los griegos se enfrentaban a la vida con esperanza y vigor. Sabiéndose mortales, sin creer en una vida más allá de la vida, con el horizonte del no-ser delante de sus pies allí en las honduras del Hades, supieron también ser alegres. Por eso, mientras pueblos han conquistado grandes territorios del mundo a lo largo de la Historia, ellos conquistaron algo mejor: nuestras mentes y nuestros corazones. Nos enseñaron a reír, a reflexionar y a llorar.
La gran hazaña de los griegos fue cincelar el alma del hombre libre, por eso todos somos griegos. Y su principal tarea fue exigirse y exigirnos que todo se lograse en el curso de la vida: el amor, la dignidad, el honor, el saber, la alegría y la cordura. Así, también nos enseñaron a vivir la vida.
Fue en el Mediterráneo, en el mar de la pasión, donde sucedió el gran milagro. Y tal vez la razón última por la que aquellos hechos extraordinarios acontecieron. Lo explica Platón, en su diálogo Timeo, en boca de un sacerdote egipcio: ‘Vosotros los griegos’, dice dirigiéndose al legislador Solón, ‘siempre sois niños’. ¡Un griego nunca es viejo!’.

Alma swahili

Alma swahili

 

Ayer leí una cosita que me gustó bastante y que me hizo reflexionar. Explica Abdullah -desde su punto de vista cultural swahili- que su cultura multirracial -los swahilis es una etnia cuyos orígenes provienen de árabes, somalíes, bantúes, etc- se le podría comparar a un viaje en circulo, es decir una civilización circular. Él se considera un hombre circular, ya que nunca quiso ir a un punto en el horizonte, al contrario de lo que hacen los europeos, siempre obsesionados por el futuro, empeñados en llegar siempre a alguna parte. El alma swahili vuelve siempre sobre sí misma, galopando sobre los monzones. Salen del pasado y vuelven al pasado después de darse una vuelta por el futuro. Los occidentales son distintos: gastan su vida destruyendo el pasado y cuando alcanzan el futuro ya están viejos y cansados. El hombre es sólo memoria y regreso.
Como reflexión no está nada mal. Creo que en parte tiene razón. Como integrante de una sociedad occidental no tengo muy claro adónde vamos a llegar con este progreso que nos empuja continuamente sin tregua. Hay cosas que corren más que nuestro propio desarrollo intelectual y si no llegamos a digerir todo lo que nos arrojan, difícilmente conseguiremos una perfecta armonía con nuestro entorno social. Tenemos que estar continuamente luchando, abriéndonos paso, consumiendo, sin darnos tiempo a pararnos durante unos instante y reflexionar sobre el camino recorrido.

Lugares efímeros

Lugares efímeros

Mi imaginación sobrevuela aquellos lugares remotos que han quedado archivados en el cajón de mi memoria. No, no estoy melancólico… simplemente quiero comentarte una curiosidad que me ocurre cuando estoy fuera de mi entorno habitual, ya bien sea en algún país extranjero, o bien en algún lugar hasta entonces desconocido para mí. Se trata de un sentimiento existencialista que embota mis sentidos absorbiendo todo lo que hay a mi alrededor. Es ocasional, y puede ocurrir incluso en la habitación del hotel. Es un momento tan especial el saberse que uno está ahí y no en otro lugar, y darse cuenta de que ese momento o lugar es tan efímero que desaparecerá para siempre en breves días con motivo de la partida. Un ser perdido en la piel del mundo que deja atrás un espacio al que ya se había acostumbrado para penetrar en uno nuevo del que apenas sabes varias cosas algo insustanciales. Estás suspendido en la nada y toda tu relación con aquel lugar es debido al transcurrir de tu propio destino. A partir de ahora les llamaré lugares efímeros… A mí me gusta quedarme un buen rato con ese sentimiento. Es como una especie de punto de inflexión, en tu peregrinaje, un alto en el camino de la vida, una página que se cierra y otra que se abre, una certeza y un enigma, dejar de ser para comenzar a ser otra cosa.
Partir es morir un poco, pero quedarse es morir del todo. Quedarse siempre en casa, no gozar de ir hacia lo desconocido, es una forma de desperdiciar parte de la vida. Y eso sucede porque, al irse, al perder la referencia del mundo de la costumbre que rodea tu vida cotidiana, al tirar por la borda los hábitos que dan seguridad a tu existencia, uno tiene que enfrentarse, en buena medida, a todo cuanto no sabe de sí mismo. Abandonas tu rutina, te vas, ves otros paisajes, escuchas otras voces, hueles otros aromas…, y aprendes. Y cambias inevitablemente tu punto de vista, tus ideas, dejando unas cuantas ideas preconcebidas en los basureros del camino. Por eso a mí me acomete la idea de que, a la vuelta, no sé muy bien quién soy. Y lo bueno del caso es que esa sensación no produce angustia ni vértigo, sino que es, en cierta forma, una borrachera de espíritu: sentirse flotando en el vacío, con todo por hacer, con la posibilidad casi de construir tu propia biografía. La libertad suprema, en definitiva.
Y entonces te acomete una nueva necesidad: querer irte otra vez, y cuanto antes, para dejar de ser lo que has sido de nuevo al regresar, y convertirte en esa persona humilde y mareada que busca sensaciones inéditas para su alma.

Paraíso perdido

Paraíso perdido

Esta mañana me dio por pensar en paraísos perdidos. Aquellos lugares de ensoñación donde todos nuestros deseos se hacen realidad, donde la gente vive feliz y en pura armonía… Es lógico pensar que cada uno tiene en mente su paraíso particular, dependiendo exclusivamente de las pretensiones de cada uno… La mayoría de estos lugares son pura utopía. Sitios imposibles de conjugarse en la realidad. Muchos escritores han recreado algunos de estos lugares idílicos, como Gabriel García Márquez en su Macondo de ‘Cien años de soledad’, Innisfree en la cultura celta, Cicely, etc…
Pero existe un lugar en el mundo que se acerca a ese ideal de paraíso perdido. Es más, en aquel lugar se rodó la magnífica película ‘Mediterráneo’. Se trata de la pequeña isla griega Kastellorizon, una isla de románticos, enamorados y escritores… El escritor y periodista Javier Reverte en conversación con la chipriota Helena, dice lo siguiente:

‘-¿Y qué ve de especial en Kastellorizon? -pregunté.
-No me diga que no lo nota. Es un lugar donde la gente es feliz. Y eso, en estos días, es casi un milagro.
-¿Está segura de que todo el mundo es feliz aquí? He visto algunos tipos malhumorados.
-Esos son los que no quieren que vengan extranjeros. Pero sonríen cuando no les miramos. ¿Es feliz la gente de su país?
-Unos sí y otro no.
-Como en Chipre. Yo me pregunto por qué la gente no aprende a ser feliz. Es muy fácil. Si tu ciudad no te gusta, te vas a otra. Si tu empleo te aburre, te buscas uno que te divierta. Si una comida la aborreces, pues no vuelves a probarla. Y si no estás enamorada de tu marido, le dejas y todo arreglado. Fácil, ya lo ve.
-¿Usted es feliz, Helena?
-Trato de serlo. Pero tengo seis hijas y esos supone que tengo que hacer de vez en cuando algunas concesiones al aburrimiento. Mi marido, por ejemplo, me cansa de vez en cuando. Pero es el padre de mis hijas, ¿comprende? De todas formas, me tomo unas vacaciones cada año y me relajo un poco del matrimonio. ¿Está usted enamorado de su mujer?
-Desde luego.
-Yo a mi marido le quiero mucho, aunque ya no es lo mismo que antes. Va demasiado a las tabernas…, para mi gusto. Pero tiene unos bigotes preciosos. Yo siempre he pensado que…’